Hay que asumirlo: la objetividad no existe. Los libros son retratos parciales y subjetivos. Los periódicos también. Este blog, por supuesto que lo es. Todo lo que escribo, lo he visto previamente desde mi particular punto de vista. Pero intento ser subjetivamente imparcial. Unas veces más que otras, lo reconozco. En estos días he comentado o aludido (sí, muy subjetivamente) las cosas que recién he visto en el país en que nací (lo visité obligatoriamente 2 veces en el pasado mes de abril). A la ida y a la vuelta entre Buenos Aires y Madrid, visité por motivos profesionales (embriones aún), Montevideo (ciudad que subjetivamente me encanta) y Santiago de Chile (lugar que subjetivamente me intriga: ¿por qué es tan diferente al resto de países de América Latina?). En cualquier caso no voy a hablar hoy de ciudades sino de arquitectura, a la que por cierto tengo últimamente muy abandonada. En realidad, no tanto, pues no paro de reflexionar hacia dónde voy y hacia dónde dirigir mis pasos.
¿Se puede sobrevivir hoy haciendo arquitectura? Aquí alguna de mis opiniones (subjetivas, por supuesto): Creo subjetivamente que la producción hoy de arquitectura no es solo cuestión de arquitectos. La mayoría de los estudios o despachos que hoy me interesan no están solo integrados por proyectistas sino también y además, entre otros muchos colectivos multidisciplinares, por ingenieros, economistas, periodistas, artistas, críticos, fotógrafos e intelectuales. Creo subjetivamente que la producción más interesante de arquitectura hoy, no está en manos de promotores, mandantes o constructoras, sino de pequeños grupos de profesionales alejados de un ejercicio profesional puramente empresarial. Creo subjetivamente que la única manera de alcanzar hoy un cierto prestigio (que no éxito) profesional, va de la mano del desarrollo de un corpus filosófico completo: hacemos esto así porque creemos en esta manera de hacer las cosas. Creo subjetivamente que las herramientas informáticas no han mejorado la arquitectura, de la misma forma que las nuevas tecnologías no han mejorado la literatura (el oficio no reside en el vehículo del que nos servimos para escribir –una pluma estilográfica, una maquina de escribir, un bolígrafo, un lápiz, un tratamiento de textos, un ordenador- sino de la forma en la que sepamos o intentemos combinar y jugar con las palabras y las ideas. Creo subjetivamente que la alta tecnología y la pirotecnia no aportan (ni la una, ni la otra) grandes cosas a la sociedad y/o a la arquitectura, de la misma forma que pienso, subjetivamente por supuesto, que los puntos de inflexión han sido siempre y tradicionalmente proyectos innovadores de viviendas y no piezas enclavadas bajo la aceptada denominación de “arquitectura del poder”. Luis Cercós (LC-Architects) Buenos Aires