Si usas sólo los medios de la madre naturaleza, y eso hace Juan Antonio, se gritan cosas como ¡A.P.D! Pero el secreto de los Ponce no está en la bodega, está en el viñedo. Tienen laderas de cepas en copa de más de 80 años, plantadas por el abuelo de Juan Antonio; arrendan y cuidan ellos mismos algunos de los mejores suelos de la DO, en suave ladera también, con arcillas y arenas, tierra caliza y sílice, con cantos rodados. La Casilla; la Estrecha; un viñedo bellísimo, emocionante, viejísimo, plantado en pie franco: la cepa directamente sobre el suelo (con mucha arena que la protege del parásito), sin injerto en madera americana. Los Ponce, además, han comprendido el potencial enorme de las variedades de la tierra: la bobal, en tintas; la albillo, en blancas. Variedades desechadas por tantos, por poco lucidas, a las que ellos saben sacar todo el potencial: su Clos Lojén, el vino más joven, es un ensamblaje de bobales de distintas parcelas, fresco, joven, agradecido. Su La Casilla o, también, la Estrecha, son bobales de finca (así se llaman esos viñedos) de una fragancia y una tensión inusitadas, cerezas, violetas, monte bajo... Punto y aparte para su PF, ese Pie Franco, de la parcela que plantara su abuelo: emociona, sin más, porque hueles y bebes Manchuela en estado puro. Su Buena Pinta es otro motivo de orgullo: homenaje ineludible a la cepa autóctona de la zona, la moravia agria, rústica, fresca, impactante, sobre todo única. Y, por fin, su reto personal: convertir a la despreciada albillo (por lo demás, y ya demostrable a través del DNA de esa uva, un tipo de albillo única en España la de los Ponce) en un vino de guarda y de altura.
Por supuesto, el vino se llama El Reto! Esos vinos se crecen en comparación con otros en las añadas difíciles: 2011 lo fue y 2012, peor todavía para la mayoría. Hay que probar ese Reto 2011, pero es que el 2012, todavía en barrica, es superior: equilibrio es la palabra, con finura, acidez, frescor, ligereza y volumen, el paso de la perdiz por el campo tras la veda, mineral…Un vinazo, de los mejores blancos de España, en mi opinión. ¡Y a qué precios…! Quien no busque estos vinos, es que no tiene perdón de Baco. Me voy casi conmovido por la energía y la fuerza de Juan Antonio, por el poder de sus convicciones basadas en la fuerza de la tradición campesina de su tierra y de las uvas que le son más propias. Aunque nos empeñemos en negarle un futuro brillante al vino en España (la mayoría de consumidores no se sabe ni por qué labor está...), sé que con personas como él, aunque sean pocas pero desperdigadas por todo el territorio, con su ejemplo, con su tesón, con la brillantez y calidad de sus vinos naturales, esto sólo puede mejorar. Me parece imposible que sus vinos no marquen, junto con otros que se hacen en España y que voy descubriendo o redescubriendo estos días, un retorno a las esencias del vino de verdad que, casi, ya está aquí. Y ha venido para quedarse. “Jóvenes somos, ganas tenemos, aprenderemos”. Así me despide Juan Antonio Ponce. Hagámosles caso y saldremos ganando todos.