Sea por coincidencia o no, en los últimos días me he ido topando con varios casos de censura en el mundo del arte. Que una obra de arte se censure es una demostración de su poder subversivo, o del poder del arte a secas. ¿Qué necesidad hay de censurar aquello que no cuestiona y plantea preguntas incómodas, aquello que no hace tambalear lo establecido?
Que todavía exista la censura a la libertad de expresión es triste, pero más triste sería que el arte fuese únicamente un objeto estético o un fondo de inversión. Hoy he leído que el gobierno chino mediante el uso de hackers informáticos ha intentado atacar el portal Change.org que ha liderado las protestas a favor de la liberación de Ai WeiWei. En un país donde la libertad de expresión continúa siendo una quimera no es de sorprender que se intente bloquear el flujo de actividades en pro de la libertad.
Graffiti en Hong Kong a favor de la liberación de Ai Weiwei
Otro caso más, la Bienal de Sharjah ha destituido a su director, Jack Persekian por permitir la exposición de la obra del artista algeriano Mustapha Benphodil. Los motivos según la organización son que el contenido de la obra ofende sensibilidades: una instalacíon de maniquíes sin cabeza vestidos de equipo de fútbol con pintadas en las camisetas, poemas, graffitis, Hip-hop magrebí, y el testimonio de una mujer que fue violada por el ejercito algeriano, para una instalación que pretendía ser una denuncia del abuso de grupos extremistas en Algeria que utilizaban textos religiosos para justificar sus crímenes.
Instalación de Mustapha Benphodil censurada en la Bienal de Sharjah.
En realidad, la decisión tomada por el presidente del gobierno, Sheyk Sultan bin Mohammad al-Qasimi, ha puesto en evidencia la fragilidad de la libertad de expresión en los emiratos árabes. Lo curioso es que Persekian se ha excusado diciendo que no conocía el contenido de la obra, con lo cual la responsabilidad de la elección a exponer la obra ha caído en manos de los comisarios: Rasha Salti y Haig Aivazian a los cuales no se les ha dado ni siquiera la oportunidad de explicar la obra en su contexto. Las voces en contra de la destitución y censura no se han hecho esperar, y ya existe una plataforma que reclama la restitución de Persekian como Director y el derecho a la libertad de expresión artística.
Siguiente muestra de censura, esta vez no de un país de régimen comunista ni de confesión musulmana, sino del estandarte del 'laicismo' europeo, Francia, ha sido testigo de la enésima polémica entorno a la obra de Andrés Serrano, Piss Christ de 1987.
Andrés Serrano, Piss Christ, 1987.
La fotografía del crucifijo bañado en orín estaba expuesta en Avignon con motivo de la exposición 'Je crois aux miracles' en la sede de la colección de Yvon Lambert. Hace dos semanas empezó una campaña en contra de su exhibición a nombre de la organización CIVITAS y bajo los auspicios del arzobispo de Vaucluse, Jean-Pierre Cattenoz, en nombre de la recristianización de Europa. El sábado hubo una manifestación de 1000 cristianos y el domingo finalmente dos descerebrados entraron y atacaron a martillazos el Piss Christ y una monja orando también obra de Serrano.
Esto es lo que pasa cuando alguien como Sarkozy utiliza discursos de la extrema derecha para ganar votos y reclama el retorno a las raíces cristianas de Europa en pro de un laicismo que huele a integrismo...
Manifestación anti-Piss Christ en Avignon. Foto: Pascal Pochard
Y de Francia a Los Ángeles, donde el director del MOCA mandó retirar un mural antiguerra, comisionado por el mismo museo, al artista italiano BLU. El motivo del proyecto es la ambiciosa exposición sobre Streetart, la primera de este género. Parece ser que el contenido del mural, unos ataúdes envueltos con billetes de un dolar (porque la guerra no sólo provoca muertes sino que también resulta cara a las arcas del estado) no ha gustado. ¿A quién? no se sabe, suponemos que a los de siempre, los de arriba, pero a Jeffrey Deitch, a diferencia de Persekian le han dado tiempo a reaccionar para no perder el puesto.
Mural del artista BLU, censurado por el propio MOCA. Foto: Casey Caplowe
Con esto se pone en evidencia que tal vez el streetart sólo tiene sentido cuando es totalmente libre, en su contexto y sin mediaciones de comisarios, instituciones o todo aquello que mata su espontaneidad.
En este caso pero, la cosa no acabó allí, puesto que un grupo de streetartists y graffiteros se plantaron ante los murales próximos al MOCA para realizar una performance de protesta ante la política de censura del museo.
Graffitis digitales para protestar contra la censura del MOCA
Imagen de la Performance contestataria a favor de BLU y la libertad artística.
En definitiva, ¿qué se extrae de toda esta exhibición de políticas inquisitorias? Pues que el arte toca la fibra directa, que es un arma que tiene el poder de hacer pensar a la gente, reaccionar, que cuestiona nuestras creencias, la forma de relacionarnos con el mundo, sus contradicciones y de paso exacerba los instintos más perrunos de algunos. ¡Qué viva el arte y viva la libertad de expresión!