La masa y textura brutalista, y sus variantes minimalistas, eclipsan los esfuerzos por mantener la estética de preguerra de las superficies planas y finas que proyectan volúmenes transparentes. Ese modo de composición fue una vez virtualmente sinónimo de la idea de la arquitectura moderna, y aun así, los intentos de continuar con ella han tomado el aspecto de revivalismo.
Los edificios agrupados aquí son obra de arquitectos cuyas actitudes inicialmente tenían esto en común: encontraron en la arquitectura francesa e italiana anterior a la Segunda Guerra Mundial intenciones que creían todavía válidas y susceptibles de desarrollo. Despojada de sus implicaciones "revolucionarias" originales de reorganización social, esta arquitectura depende de contrastes de planos opacos y transparentes, planos y curvos, y de marcos rectilíneos aparentemente dibujados en el espacio, contra los cuales la invención plástica puede desplegarse libremente.
En la mayoría de estos edificios, y con particular refinamiento en las casas Saltzman y Smith de Richard Meier, el espacio interior está protegido y revelado por las elevaciones. Muchas de estas casas incluyen habitaciones de dos o incluso tres pisos de altura, y el uso de inmensas láminas de vidrio para hacer visibles sus relaciones internas a menudo resulta en dramáticos extremos de escala en las elevaciones y en un exceso de luz en su interior.
El estilo va desde edificios relativamente compactos, simples y prototípicos como la casa de Charles Gwathmey para sus padres, hasta la extensa calidad de escultura en el espacio de las casas de Benacerraf y Snyderman de Michael Graves. El pabellón de Benacerraf, añadido a una casa existente, es también interesante por su yuxtaposición de "fragmentos" que evocan otro tipo de edificios, así como la pintura cubista y la escultura constructivista.
Conspicuamente diferente es la "Casa III" de Peter Eisenman. Este edificio consta de dos plazas, como si una casa se hubiera girado dentro de otra, las paredes parecen atravesarse entre sí. Los espacios complicados y a veces desagradables que esto genera obligan al ocupante a "leer" la estructura para ordenar las partes que pertenecen a cada cuadrado o sistema.
El habitante debe comparar los bits de información que implican la existencia de una unidad que el campo de percepción real contradice, invirtiendo así el orden normal de la experiencia arquitectónica.
El resultado es algo así como una prueba de inteligencia amañada que el sujeto sólo puede fallar, incluso si se le proporcionan las "respuestas" en forma de planos, secciones, isométricos y un texto impreso. Aparte de estos problemas especiales, cuanto más intrincados se vuelven estos edificios alejandrinos, más demuestran la naturaleza problemática de la estética original, que es difícil de enriquecer sin perder su utilidad y coherencia.
Arthur DrexlerDrexler, Arthur, "Transformations in modern architecture" ISBN 087070608X (New York: The Museum of Modern Art, 1979), 42-45
Imagen de portada: Gwathmey Siegel, Cooper house, ©Bill Maris
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