Artistas y artizanos

Por Peterpank @castguer

Los antiguos criterios que distinguieron a los artistas de los artesanos a partir del Renacimiento ya no tienen vigencia. La perdieron hace más de un siglo. Aquellos criterios nunca estuvieron basados en la calidad estética del producto. Los grandes ebanistas parisinos del XVIII dieron al mueble una belleza superior a la de muchas esculturas y pinturas de esa época, que se admiran en los museos.

La cotización de aquellas piezas artesanales, firmadas por sus creadores, era entonces mayor incluso que la de los pintores más famosos, y de la que hoy tienen en el mercado de antigüedades. El amueblamiento de un salón o un gabinete valía tanto como grandes propiedades inmobiliarias. La pasión femenina por el mueble bello arruinó a muchos aristócratas antes de la Revolución y a notables burgueses durante el Directorio y el Consulado.

La distinción fundada en la inutilidad de la obra de arte perdió después su sentido inicial. La belleza del diseño en los productos artesanales les hicieron perder su valor de uso y ganar plaza de honor, junto a las mejores pinturas y esculturas, como objetos ornamentales de grandes mansiones.

El gran arte de la imagen nació con esa vocación decorativa de Iglesias y Palacios. En consagrados pintores (Pinturicchio, Veronés, Wateau, por ejemplo) el efecto decorativo de sus obras prevalece sobre la función descriptiva o emotiva de lo representado. La fabricación artesanal de los estampados en «toile de Jouy» bajó la estimación y demanda de la pintura. La novedad introducida en las sociedades industrializadas está en que la decoración de interiores ha devenido una necesidad urbana, cuyo consumo en masa abastecen por igual artistas, artesanos y artizanos.

Si no es por la diferencia de belleza o de utilidad, ¿en qué se distingue un objeto artesanal de una obra de arte? La respuesta ha sido siempre la misma: por su modo de producción. Cuando la idea precede y reglamenta en todas sus fases la ejecución, no puede haber arte sino industria. Cuando la obra manual realiza en todas sus partes un proyecto sometido a las reglas tradicionales del oficio, hay artesanía pero no arte. Cuando la novedad está en el proyecto y no en su ejecución, puede haber originalidad artesanal pero no creación artística. No hay posibilidad de arte si la invención no surge de la propia acción. Conforme a las exigencias del trabajo sobre la materia, el artista va dando forma a las figuras de su imaginación. El arte obedece a estas dos máximas: la inspiración sólo inventa trabajando con la materia y sólo la naturaleza es maestra de la inspiración de los maestros.

He planteado este tema porque no es fácil de catalogar el arte actual de lo informe, lo experimental y lo abstracto. En los cuadros que representan un solo color o unas líneas geométricas, parece pura artesanía, es decir, simple ejecución de un proyecto. Son pensados por completo antes de ser realizados. La idea precede a la obra. En cambio, parece arte en las obras experimentales de nuevos materiales (colage, arpilleras, acrílicos, etcétera), que son ideadas sobre la marcha a partir de las primeras impresiones de la materia ensayada. Aunque los demás ignoren el sentido de sus innovaciones, el autor deduce sus formas de-finitivas de las improvisaciones que su trabajo de tanteo imprime en la materia. Sólo que la naturaleza no ha sido su maestro. Por eso no es arte genuino.

En la resistencia del objeto a convertirse en obra, la facilidad y las herramientas favorecen al artesano y perjudican al artista. En la definición de las formas, el artesano es un esclavo y el artista un amo. Las constricciones que la materia impone a las formas vedan la fantasía. Y la imaginación creadora está descartada del proyecto artesanal. Pero la fantasía es representable, como en la magia, por medio de trucos que esconden la oposición de la materia a las formas fantasmales. Artificiar o artizanar la materia con fantasías es el arte de los actuales artizanos.

AGT