El título original de "Asako I-II" es "despertarse o soñar", mucho más apropiado para referirse a lo que Hamaguchi intenta, y consigue, contar con sus imágenes que limitarse a hacer referencia a esa dualidad del personaje femenino de Asako, que no es exclusividad del mismo, sino de todos aquellos que intervienen y han tenido conocimiento de la realidad en un antes y un después.
En "Happy hour" eran las citas entre cuatro amigas y la desaparición de una de ellas la que hacía de espoleta para el conjunto y para hacerse replantear su presente. En "Asako I-II" es otra desaparición voluntaria la que marca el futuro de una mujer para siempre, y de paso, la de todos aquellos que se crucen en su vida. Asako I-II hace referencia a esos dos momentos de la vida de una persona, que parecería transformarse en dos personajes separados por una delgada línea permeable que no le impide retroceder para volver a ser la Asako del principio, mientras sus parejas masculinas, dos, una por cada periodo temporal, al ser interpretadas por el mismo actor, parecerían ser solamente un mismo hombre que utilizaría la amnesia como escudo protector de un pasado que no quiere remover.
La estructura narrativa coloca al espectador en un estado de vigilia constante, entre Tokyo y Osaka el cambio de espacio y tiempo nos hace dudar durante mucho tiempo de la verdad de lo que vemos.
Para que apreciemos las diferencias entre una y otra relación basta con seguir el momento inicial del romance entre una y otra, inmediato y sorprendente en la primera pareja, y prolongado, remiso, intermitente en el caso de la segunda. El "flechazo" que une a Baku con Asako en nada tiene que ver con la constancia de Ryohei ante los desplantes y huidas de Asako. El primero sería el amor verdadero, "siempre volveré aunque desaparezca" anuncia el primer joven; el segundo un amor de sustitución, un amor en el que el físico hace de atracción y de barrera porque a Asako le atrae ese joven que tanto se parece al desaparecido Baku, pero al tiempo ese recuerdo físico constante funciona como una señal de peligro porque el peso del que anunció su marcha, y su regreso, no termina de evaporarse.
En ese juego de elecciones, despertar o soñar, mantenerse en el recuerdo o aferrarse al presente, el rol femenino atrae todas las miradas y concentra todo el sentido de la obra. Por más que el desarrollo dependa de todos y cada uno de los personajes principales, la psicología y el comportamiento de Asako resulta determinante en la deriva lógica o ilógica de lo que sucede. Para ello Hamaguchi se recrea en una contemplación de sus criaturas exenta de melifluos toques melodramáticos.
El delicado y sutil envoltorio con el que el director japonés envuelve las relaciones de sus mujeres y hombres en pantalla los hace creíbles, cercanos, emotivos, empáticos. Sus comportamientos se vuelven tan comprensibles porque son plenamente humanos y poco caprichosos, aunque sus reacciones conlleven un dolor difícilmente borrable. Tan sutil, tan delicado, tan acogedor resulta el relato, aunque siempre esté pendiente la amenaza de ese retorno anunciado tantos años antes, que una frase tan vulgar como "a los hombres no nos gusta que una mujer haya tenido dentro la polla de otro" dicha por quien ayuda a Asako cuando se da cuenta de su error, implica una reacción inconsciente, como si hubiéramos cambiado de película, como si el registro hubiera saltado por los aires, pero en realidad lo que Hamaguchi hace es lanzarnos un baño de realidad, un cubo de agua fría sobre el personaje de Asako, quien, como el espectador, recibe en primera persona la mirada de reprobación de un tercero que no deja de ser un reflejo de la sociedad que la va a juzgar y que ya había empezado previamente con un mensaje de texto.
El enjuiciamiento, que debería quedar para la intimidad de esa pareja que en un minuto ve rotos sus planes de futuro inmediato en una ciudad diferente por la reaparición de Baku, Hamaguchi lo traslada al inevitable juicio moral de todos los demás. La crudeza de la frase no hace sino hacernos sentir aún más el desamparo de una mujer que se ha dejado llevar por un impulso irrefrenable en un momento en el que el tiempo parecía detenerse y comenzar una marcha atrás deseada desde hace más de cinco años, desde antes de conocer a Ryuhei.
El amor como un estado de adormecimiento exterior en el que hay que escoger entre dos opciones irreconciliables, entre la pasión y el desenfreno del primer amante o entre la seguridad confortable de los días que suceden sin grandes acontecimientos del segundo. Al mezclarse los dos mundos vividos por Asako la reacción en cadena es imprevisible pero frustrante. Nada de lo visto antes volverá a parecer idéntico, nada de lo tolerado será permitido, los silencios ya no serán cómplices sino acusatorios, el río ya no será nuestro río sino el río lleno de basuras.
En Asako I-II cabe un Asako III, pero ése corresponde al espectador, que intente imaginar un futuro tan marcado por un pasado, que intente hacer conseguir despertar a Asako y Ryuhei de su presente de dolor y decepción. Del cómodo abrazo del sueño compartido a la dura mirada de desprecio que, aunque pueda pulirse por el tiempo, siempre dejará una marca indeleble dispuesta a herir en cualquier momento.
Japón, 2018. Título original: 寝ても覚めても / Netemo sametemo. Dirección: Ryūsuke Hamaguchi. Guion: Ryūsuke Hamaguchi, Sachiko Tanaka. Compañías productoras: Bitters End, C&I Entertainment, Comme des Cinémas, Elephant House, Nagoya Broadcasting Network. Fotografía: Yasuyuki Sasaki. Montaje: Azusa Yamazaki. Música: Tofubeats. Reparto: Masahiro Higashide, Erika Karata, Sairi Itō, Kōji Nakamoto, Kōji Seto, Misako Tanaka, Daichi Watanabe, Rio Yamashita. Duración: 119 minutos