Los psicólogos tenemos muy en cuenta la influencia de la autoestima, en el desarrollo y persistencia de numerosos trastornos. Una baja autoestima, se puede traducir por aquellas etiquetas negativas que nos “colocamos” a nosotros mismos: “no me gusta como soy”, “soy menos que los demás” o “no valgo nada como persona”… Creerse estas etiquetas (creerlo de verdad) puede llevarnos a padecer anorexia, ansiedad, depresión…
Además, incluso una alta autoestima parece ser relativamente fácil de resquebrajar; unos comentarios negativos sobre el trabajo que realizamos, una opinión desafortunada acerca de nuestro físico o el desprecio/menosprecio mostrado por parte de una persona importante para nosotros, puede tener efectos significativos sobre el valor que nos auto-otorgamos. Sobre todo si formamos nuestro autoconcepto (¿quién soy? ¿cómo soy?) en función de factores externos a nosotros (lo que los demás piensan de mí), en lugar de tener un criterio propio e ignorar el feedback del ambiente (más difícil de lograr por lo general).
Un termómetro más para la autoestima
¿Y por qué os hablo hoy de autoestima? Pues porque pensando un poco sobre este tema me he preguntado a mí misma ¿Qué pasaría si ocurriera un milagro y mañana TODOS tuviéramos una alta autoestima? ¿Qué ocurriría si nos gustáramos tal y como somos? Parece una tontería de pregunta y poco trascendente, pero ahondando en la misma y en sus repercusiones a gran escala, he llegado a la conclusión de que el mundo, tal y como lo conocemos, se iría a la mierda. Sí, habéis leído bien.
Para empezar, ¿os habéis parado a pensar en la cantidad de empresas y productos dedicados a “mejorar” nuestras “imperfecciones”?
Pues así, a bote pronto, se me ocurren las más evidentes:
Cosméticas: antiarrugas tipo lifting, maquillaje, depilación laser…
Alimentos light: desde la cocacola hasta la hamburguesa ¿¿¿del macdonalds??? - Tuitéalo
Peluquería: alisado japonés, extensiones (imprescindibles si quieres concursar en Mujeres y hombres y viceversa), tinte, champú que te deja el pelo “súpersedoso” y “súpervoluminoso”, mascarilla milagrosa antihumedad para que no se te encrespe el pelo a lo Crusty el payaso…
El objetivo oculto de los reality show
Pero si profundizamos un poco más, nos podremos percatar que la mayoría de los productos y servicios que nos venden hoy día están relacionados con la valía personal; y por consiguiente con nuestra autoestima, ya que te transmiten el mensaje (no siempre explícito) de que si los consumes serás más atractivo o tendrás éxito y prestigio social. Me refiero concretamente a las gamas altas de los siguientes sectores:
Automóviles: ¿para qué quieres un porsche que llegue a los 220 km por hora si el límite de velocidad es 120? Pues porque con este tipo de coche muestras tu poder adquisitivo. Y así “te querrán más”, y por tanto, “te querrás más” (es el mensaje)
Moda: la alta costura, aquella que nos muestran a un grupito de esqueletos, desfilando por una pasarela con unos trapitos que cuestan el sueldo de 3 años de cualquier simple y “mileurista” mortal (entradito en carnes para más inri…). Y no solo la alta costura, sino la ropa en general está diseñada para realzar nuestros atributos más deseables como los vaqueros que te suben las nalgas o los sujetadores push up.
Medicina: la cirujía estética y la plástica se nutren del autoconcepto negativo y de la fobia a hacerse “mayor”. El bótox y los implantes de silicona están tan generalizados que ya casi nadie aparenta la edad que tiene.
Nutrición: las dietas milagro (la de la alcachofa, la del melón, la del bocadillo, la Dunkan), con las que te quitarás tantos kilos como salud perderás por el camino. Seguro que serás el más delgado de la lista de espera de trasplantes de riñón (objetivo cumplido)
Pero no acaba aquí la lista… los gimnasios, la comida biológica, las marcas como Apple, la ortodoncia, los motivos decorativos para el hogar, los yogures con caseimunitas, el Media Markt (yo no soy tonto), los móviles de 800 euros, … y el consumismo en general, nos crean la falsa necesidad de que sin ellos valdremos “un poquito menos” como personas.
¿Y quién tiene la culpa de todos nuestros males? Yo lo tengo claro, la publicidad. Nos bombardean a anuncios donde salen guapísimos, delgadísimos, felicísimos, simpatiquísimos e inteligentísimos (esto no siempre, la verdad)… y nos terminamos creyendo que si nos compramos el 2º par de gafas (totalmente innecesario en realidad) de Tchin Tchin Afflelou, seremos más “guays” que antes.
Ya para terminar, y a modo de reflexión final me gustaría añadir que si YO ME ACEPTO TAL COMO SOY (con mis pelos, mi cara, mi carisma e inteligencia) todos esos productos y marcas que consumo para sentirme más segura se volverían totalmente prescindibles en mi vida. Pero claro, si todos los dejáramos de consumir, miles y miles de empresas irían directas a la quiebra y la crisis de 2008 sería un paseo en comparación con la que se nos caería encima.
El culpable de la crisis eres TÚ
No, si al final va a resultar que el mundo es como es porque nosotros somos como somos - Tuitéalo : inseguros, con baja autoestima y con una necesidad casi enfermiza de ser aceptados por los demás.
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