cuando empecé a celebrar mi cumple, con 5 o 6 años, era tan perfeccionista que un mes antes ya estaba pensando en qué hacer o dejar de hacer para que la gente lo pasara bien. llegado el día había acumulado tanta tensión, que casi era el peor del año para mí. yo creo que ni la preysler se estresa tanto en las veladas con el ferrero roche en casa del embajador jaja
el caso es que a la tercera celebración, y en vista de que, año tras año la escena se repetía, mi madre me dijo que si lo pasaba tan mal no tenía porqué celebrarlo. yupi!
con los años aprendí a relajarme y a no idealizar tanto las cosas y ahora simplemente dejo que sucedan como vengan. y por eso, todo lo que no festejaba por entonces, lo hago ahora por partida triple.