"Cuando la melancolía caía como nieve sobre el Grand Chalet cubierto de escarcha por el viento, Balthus me tomaba interminablemente la mano para calentar la suya. Lo interminable se me hacía corto. Ese ladrón de calor encendía un pitillo detrás de otro y, con voz quebrada, me hacía compartir sus recuerdos más recónditos: "No sé -me dijo unos días antes de su muerte- si le he contado, Maître Paul -siempre me llamaba así-, cómo conocí a Antonin Artaud".
Oímos el ronroneo de algún gato que se acerca, y la voz de Balthus en un susurro:
"Hay que aprender a atisbar la luz. Sus inflexiones. Sus fugas y sus filtraciones. Por la mañana, después del desayuno, después de leer el correo, informarse sobre el estado de la luz. Saber si es posible pintar hoy, si el avance en el misterio del cuadro será profundo. Si la luz del estudio será buena para penetrar en él."
(...) "El estudio es el lugar de trabajo. De la dura faena. El lugar del oficio. Es fundamental. Es allí donde me recojo, como en un lugar de iluminación."
(...) "Me encantan esas horas que paso mirando el lienzo. Contemplándolo. Horas incomparables en su silencio."
(...) "Un cuadro o una oración, lo mismo da: una inocencia por fin alcanzada, un tiempo sustraído del desastre del tiempo que pasa. Una inmortalidad capturada."
(...) "Tengo fama de pintar un cuadro en diez años. Yo sé cuándo está terminado. Es decir, cuándo está cumplido. Ninguna pincelada, ni el menor rastro de color deben corregir el mundo por fin alcanzado, el espacio secreto por fin percibido. Fin de la larga plegaria pronunciada en el silencio del estudio. Fin de la contemplación silenciosa. Se ha acariciado una idea de la belleza".