Cuando
en el año 2008 salió a los medios el caso de Javier Mariscal, el primer bebé
medicamento, logrado en el Hospital Virgen del Rocío, participé en un debate
televisivo con la Consejera de Sanidad andaluza, Mª Jesús Montero, en el que
ella defendía el éxito de esta técnica y yo criticaba el ataque que suponía para
la vida y dignidad del ser humano. “Embriones y obispos”, se titulaba aquel
programa. Como la consejera iba por la parte de embriones, deduje que a mí me
habían llamado por la parte de los obispos. Lo cual no dejó de preocuparme, por
si pensaban que una persona casada y con hijos como yo podía ser un obispo de
camuflaje… Y es que la visión dominante en nuestra sociedad es tan simple como
esta: Cuando la Ciencia logra un avance que se traduce en el éxito de una
técnica que permite crear una vida y salvar con ella otra, viene la Iglesia,
retrógrada y opuesta al desarrollo científico, a imponer sus dogmas y criterios
morales trasnochados, enviando al infierno a los científicos. Montero, que creo
fue en su tiempo miembro de la HOAC, me echó en cara que usara el término “bebé
medicamento”, porque suena denigrante para el bebé así creado. Desde entonces
entendí que el término duele, porque refleja demasiado a las claras lo que se hace
con ese ser indefenso. Así que me propuse que la batalla por este término no
debíamos dejar que nos la ganaran también. Por eso me empeño en llamar a las
cosas por su nombre, como lo que son, con la esperanza de que algunos
reflexionen. Y sigo llamándoles “bebé medicamento”. Que me perdonen estas
pobres criaturas.Ya en
su día expliqué que no es verdad que haya nacido un niño libre de la enfermedad
gracias a la Ciencia: La Ciencia no ha curado a ese niño. Lo que ha hecho la
Ciencia es estimular los ovarios de la madre para que produzcan varios óvulos. La
Ciencia los ha extraído y los ha fecundado en el laboratorio con esperma del
marido (este es más fácil de extraer que los óvulos…). Luego la Ciencia ha
revisado al microscopio cada uno de los óvulos fecundados artificialmente, para
ver cuántos de ellos comenzaban su desarrollo embrionario. Cuando los embriones
han llegado al estadio de 8 células, la Ciencia les ha arrancado una célula a
cada uno, y ha analizado su ADN. A partir de aquí, ha desechado a los embriones
que tenían el mismo defecto genético que el hermano al que se quería curar, y también
a aquello otros que, aún estando sanos, no eran 100% compatibles con él. Si ha
habido suerte, y alguno de los embriones estaba sano y era compatible, la
Ciencia le ha seleccionado y le ha colocado de nuevo en el útero de la madre,
con la esperanza de que se implantara y creciera. La Ciencia no ha hecho nada
más (y nada menos) que forzar algunos pasos naturales para poder seleccionar en
base a criterios genéticos cuál de todos los embriones humanos tenía derecho a vivir.
La Ciencia ha cerrado los ojos, y no ha querido pensar que un embrión es la
fase inicial de una persona. Y que, por tanto, destruyendo embriones estaba
destruyendo a otras personas. Por el simple hecho de estar enfermas. O de no
ser compatibles para que su cuerpo pudiera servir como medicamento a su
hermano.Ahora
el doctor Guillermo Antiñolo, responsable de aquel primer caso en el hospital
Virgen del Rocío, ha logrado su segundo bebé medicamento en el mismo hospital.
En esta ocasión es una niña, Estrella, que ha sido seleccionada genéticamente
entre sus hermanos para tratar mediante el trasplante de las células madre de
la sangre de su cordón umbilical a su hermano Antonio, enfermo de aplasia
medular severa. Según explica el doctor Antiñolo, desde que en el 2006 se
aprobó la posibilidad de realizar la selección genética de embriones (el
llamado DGP, o diagnóstico genético preimplantatorio) le han aceptado los siete
casos que ha propuesto a la Comisión Nacional de Reproducción Asistida, de los
que han llegado a nacer solo estos dos.El
IVI de Valencia ha salido a la palestra para anunciar que ellos también han
logrado dos bebés medicamento. Y que lo han logrado antes que este caso de
Sevilla. En esta ocasión han sido dos niñas gemelas, Noah y Leire, que nacieron
en Barcelona en marzo del 2011, engendradas para salvar a su hermano Izan, afectado
de Adrenoleucodistrofia. Así que gracias al IVI, ahora Izan tiene a dos
hermanas compatibles a su disposición, cuyas células se usarán para tratar de
salvarle. Los responsables del IVI afirman que no le habían dado publicidad a
su caso de éxito, porque todavía no era seguro que Izan se hubiese curado, ya
que seguía el tratamiento. En este caso, el ciclo de selección genética para
elegir al embrión que sería finalmente implantado se realizó en julio del 2010.
Se consiguieron cinco embriones y de ellos, dos eran XY (varones) con herencia
de la enfermedad que además no eran compatibles y tres eran XX (femeninos),
siendo uno de ellos portador de la mutación y los otros dos normales en ambas copias
del gen ABCD1. Uno de estos últimos era además HLA compatible y por tanto fue
el que se transfirió y dio lugar a gestación. Con el tiempo, este embrión se
dividió, y 9 meses después nacieron las gemelas que podrían salvar a su hermano
Izan de 11 años. Así que para salvar a Izan tuvieron que morir otros cuatro
hermanos, por unas u otras razones…La
Iglesia es contraria a la fecundación in vitro y a la selección genética de
embriones. No porque lo prohíba la ley de Dios (que también) sino porque es
contrario a la dignidad humana. Cualquiera que mire este tema sin prejuicios se
dará cuenta de que no se puede defender una técnica que discrimina a seres
humanos en función de su contenido genético. Aunque sean seres humanos en
estadios iniciales de su desarrollo. El problema no es que sea pecado (que
también). Porque eso solo debería afectar a los creyentes. Es que es una
aberración que ataca directamente al respeto debido a la dignidad del ser
humano. Y eso nos afecta a todos, creyentes, agnósticos y ateos.