Beber una cantidad adecuada de líquidos, esencial para mantener una piel saludable

Por Fat

Para que la piel luzca radiante y goce de una buena salud, al igual que sucede con el resto del organismo, es fundamental tener una correcta hidratación. Pero ésta no se consigue sólo a través de cremas u otros productos tópicos, sino sobretodo hidratándola desde dentro a través de la ingesta de líquidos. ¿Por qué? “Cuando tomamos una bebida, el agua que ésta contiene llega al estómago y desde ahí se distribuye a través de los vasos sanguíneos para llegar a los distintos órganos, incluyendo la piel”, explica Rosa María Ortega, catedrática del Departamento de Nutrición de la Facultad de Farmacia de la Universidad Complutense de Madrid y miembro del Comité Científico Asesor del OHS. Por eso, “para tener un buen estado de salud y una piel bien hidratada es necesario consumir como mínimo entre 2 y 2,5 litros diarios. El agua, las infusiones, los refrescos, los zumos, los lácteos o los caldos hidratan el organismo y ayudan a mantener un aspecto saludable de la piel” –añade Rosa María Ortega-.
Si la piel está bien hidratada ésta posee mayor elasticidad y está más protegida, por lo que es más resistente frente a cualquier agresión externa. Sin embargo, cuando no se bebe lo suficiente se producen diversas alteraciones en el funcionamiento corporal y disminuye además la capacidad de protección de la dermis, ya que la piel ve alterado su equilibrio hídrico y no ejerce adecuadamente sus funciones protectoras y reguladoras. Como consecuencia, pierde su elasticidad, suavidad y tono y se vuelve seca y opaca. Esta situación hay que vigilarla sobre todo en verano por las altas temperaturas y por la exposición de la piel al sol.
Así pues, de cara a la primavera y el verano hay que extremar el cuidado de la dermis, ya que en estas estaciones se ve sometida a condiciones más extremas como son las altas temperaturas, la exposición al sol y la sudoración excesiva. No debemos olvidar que una buena hidratación permite también mantener una correcta termorregulación corporal, situación esencial para un buen funcionamiento de las células de la piel. El rostro, el cuello, las manos y los antebrazos son las partes del cuerpo que más se resienten durante estos meses. En esta época del año Rosa María Ortega recuerda que también aumentan las situaciones de riesgo de deshidratación, por lo que “cuando hace más calor, al realizar una actividad física intensa o en función de la edad, es necesario beber más”.
Conscientes de que en muchas ocasiones alcanzar los niveles adecuados de hidratación es complicado y, para muchas personas resulta aburrido, los especialistas del OHS recuerdan que lo que hidrata en una bebida es su contenido hídrico, por lo que podemos elegir entre una amplia variedad de bebidas. No sólo el agua, sino también las infusiones, los refrescos, los zumos, los caldos y los lácteos hidratan el organismo y ayudan a mantener la piel en perfectas condiciones.
-La piel: una barrera de protección
La piel está formada en gran parte por agua. De forma natural, dispone de sus propios mecanismos para mantener su correcta hidratación y crear una barrera de protección frente a las agresiones externas. Gracias a su “manto hidrolipídico”, una película protectora que está formada por agua y lípidos, frena la evaporación de la humedad, protege de las agresiones externas y mantiene el pH de la piel dentro de los límites para evitar la aparición de infecciones.
Sin embargo, es muy fácil que se pierdan estos niveles hídricos. Condiciones climáticas como el calor intenso, la sequedad, la contaminación, el aire acondicionado, así como hábitos como el consumo de alcohol o tabaco y malas costumbres alimenticias, pueden acabar con esas defensas naturales con las que cuenta la piel.
Cuando este manto hidrolipídico sufre desequilibrios, deja escapar la humedad de la piel y aparecen síntomas de deshidratación como irritabilidad, tirantez y sequedad. Además, con el paso del tiempo disminuye la parte de grasa de la epidermis y las glándulas sebáceas son menos activas, por lo que no retienen el agua como antes, haciendo que la piel se vuelva más apagada, áspera y más propensa a la aparición de arrugas.