Bendito el caos de la Transición… Necesario y Potenciador

Por Ritacoach @ritatonecoach

Transición… ¡Caos Bendito!

Escuchamos con frecuencia hablar de cambio, de los miedos al cambio, de la resistencia que desarrollamos a él, pero pocas veces, nos enfocamos en ese período en que todavía el cambio no es, ese momento en que no estamos siendo lo que éramos y tampoco somos lo que vamos a ser (esto aplicado en relación a cualquier cambio que nos hayamos propuesto hacer en nuestras vidas)…

Pocas veces nos enfocamos en el Caos de la Transición.


El caos, choque del final con el principio, vaivén entre límites. Subimos y bajamos, corremos y paramos, todo gira, todo vuela… Y llega la deseada transformación. Rita Tonelli
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   Como podrás ver en mi frase, inserto el caos dentro de la transición porque considero que ella lo genera por la desestabilización que provoca.

   Primero está la decisión de cambiar que aparece cuando sentimos la necesidad de sacar de nuestras vidas lo que ya no queremos. Este es un momento de adrenalina y de conmoción porque estamos dejando atrás lo que hemos estado siendo para comenzar a ser alguien diferente.  Y esto está presente en todo cambio.

   Si te mudas… sucede.

   Si te cambias de ciudad (que es mucho más que mudarte)… sucede.

   Si emprendes un desafío… sucede.

   Si te propones cambiar un estado… sucede.

   ¿Podrías encontrar tú un cambio en el que el caos de la transición no esté presente?

   Está siempre presente porque en las acciones externas nos modificamos a nosotros mismos, y dejar de ser quiénes estuvimos siendo para llegar a ser en relación a lo que perseguimos, implica una transformación (cambiar nuestra forma internamente)

  


Todos estamos atrapados en el remolino del cambio, donde la persona, si quiere por lo menos mantenerse erguida, debe siempre avanzar y moverse, como un acróbata en la cuerda floja. Schopenhauer
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   Cada vez que nos encontramos en un período de transición crece la duda, la inseguridad, la incertidumbre, el miedo, los cuestionamientos, el sentir que estamos con un pie en una orilla y con el otro en la otra, la inestabilidad nos atrapa.

   Pero la transición ES necesaria.

   ¿Cómo atravesarla sin desmayar?

   Ten muy presente tu objetivo. Recuérdalo en forma permanente. Tenlo escrito donde lo puedas leer con solo hacer un pequeño movimiento.

   Piensa en lo que te movió a atreverte, piensa en tu fuerza, en tu determinación, en tus ganas de mejorar.

  

   Tranquiliza tu mente. No te enmarañes en conversaciones internas. Habla, exprésate, pide ayuda, busca que te escuchen, reconoce tu dolor, tu angustia, tu incertidumbre.

   Sobre todo, honra la incertidumbre.

   La falsa idea de que en ciertas circunstancias tenemos certezas no debe obnubilarte. Nada es cierto, nada es seguro. Vivimos en la incertidumbre aunque la disfracemos apoyados por las cosas conocidas que nos rodean. Sin embargo y de pronto… todo puede destruirse… ¿O no?

   Intenta asociar esto con cómo te sientes durante la transición. Recuerda que todo es una cuestión de interpretación y…

   Mantente en estado de atención plena (mindfulness). Solo enfocándote desde la atención plena podrás reconocer, distinguir, tranquilizarte, frenar tus pensamientos negativos, quitarle poder a la duda…

   Suelo escuchar: “El cambio es difícil” (es frecuente –como ya te dije- que no nos demos cuenta de que el cambio no es tan difícil, sino que lo es “la transición”).

   Repito…

   Lo que identificas como “difícil” no es el cambio en sí, sino la transición.

   Acciona, acciona y acciona… Cada vez que te quedas sin hacer, resurgen los miedos.

   Extrañar lo que se deja

   Esto sucede si algo o alguien se queda pero no es parte de tu cambio, sino que la separación es momentánea y en función de lo que se quiere lograr.

   Y también sucede –curiosamente- con lo que hemos dejado y ya no queríamos para nosotros…

   ¿Estamos sin cordura?

   No, no lo estamos. Lo que sucede es que los duelos son inevitables… aún el que desarrollamos con lo que queríamos apartar.

   Sobre todo al principio, nos asaltará la pregunta: “Pero… ¿No era que yo no quería más esto para mí?”

   Cuando lo has meditado y tu decisión es el resultado de tu análisis, pronto, te darás cuenta de que la serenidad vuelve y sentirás la satisfacción de haber logrado lo que te proponías.

   La transición es fáctica… no se puede evitar. Está allí y es parte integrante de ese pasaje a tu Ser Grande. De hecho “transición” quiere decir “paso”.

   Yo sé que tú sabes a qué me refiero cuando hablo del Caos de la Transición. Tú has sentido en esos momentos un desasosiego incontrolable, angustia, tensión, ganas de llorar y de pronto, un poco de paz, pero si nunca lo sentiste, te animo a pensar en un adolescente cuando siente las carencias de no ser más niño y todavía no ser adulto.

   La revolución interna es buena, dijo Krishnamurti… y a ti te parecerá arduo encontrar la bondad de este estado.

   ¿Por qué es buena?

   Porque precede a la concreción de lo que estás buscando desde que decidiste el cambio.

   Porque cuando se producen los cambios efectivamente –ya pasaste la transición- entras en tu transformación… y nada hay amigo, como lograr transformarnos, si no, piensa en el gusano que deviene en mariposa. Este es el ejemplo, para mí, más ilustrativo de la maravilla de la transformación.

   Y por otro lado, te animo a pensar en tu calificativo de “difícil” aplicado ya a la transición.

   Difícil… ¿Comparado con qué?

   Difícil… ¿Vale que así lo sientas en relación a lo que vas a conseguir?

   Y durante todo el proceso, quiérete mucho y trátate bien. Estás haciendo lo mejor que puedes.

   Dejate “absorber por el viento”

 

   Un río, desde sus orígenes en lejanas montañas, después de pasar a través de toda clase y trazado de campiñas, al fin alcanzó las arenas del desierto. Del mismo modo que había sorteado todos los otros obstáculos, el río trató de atravesar este último, pero se dio cuenta de que sus aguas desaparecían en las arenas tan pronto llegaba a éstas. Estaba convencido, no obstante, de que su destino era cruzar este desierto y sin embargo, no había manera. Entonces una recóndita voz, que venía desde el desierto mismo le susurró:

“El Viento cruza el desierto y así puede hacerlo el río”

El río objetó que se estaba estrellando contra las arenas y solamente conseguía ser absorbido, que el viento podía volar y ésa era la razón por la cual podía cruzar el desierto. “Arrojándote con violencia como lo vienes haciendo no lograrás cruzarlo. Desaparecerás o te convertirás en un pantano. Debes permitir que el viento te lleve hacia tu destino”

¿Pero cómo esto podrá suceder?

“Consintiendo en ser absorbido por el viento”.

Esta idea no era aceptable para el río. Después de todo él nunca había sido absorbido antes. No quería perder su individualidad. “¿Y, una vez perdida ésta, cómo puede uno saber si podrá recuperarla alguna vez?”

“El viento”, dijeron las arenas, “cumple esa función. Eleva el agua, la transporta sobre el desierto y luego la deja caer. Cayendo como lluvia, el agua nuevamente se vuelve río”

¿Cómo puedo saber que esto es verdad?

“Así es, y si tú no lo crees, no te volverás más que un pantano y aún eso tomaría muchos, pero muchos años; y un pantano, ciertamente no es la misma cosa que un río.”

¿Pero no puedo seguir siendo el mismo río que ahora soy?

“Tú no puedes en ningún caso permanecer así”, continuó la voz. “Tu parte esencial es transportada y forma un río nuevamente. Eres llamado así, aún hoy, porque no sabes qué parte tuya es la esencial.”

Cuando oyó esto, ciertos ecos comenzaron a resonar en los pensamientos del río. Vagamente, recordó un estado en el cual él, o una parte de él ¿cuál sería?, había sido transportado en los brazos del viento. También recordó – ¿o le pareció?– que eso era lo que realmente debía hacer, aun cuando no fuera lo más obvio. Y el río elevó sus vapores en los acogedores brazos del viento, que gentil y fácilmente lo llevó hacia arriba y a lo lejos, dejándolo caer suavemente tan pronto hubieron alcanzado la cima de una montaña, muchas pero muchas millas más lejos. Y porque había tenido sus dudas, el río pudo recordar y registrar más firmemente en su mente, los detalles de la experiencia.

Reflexionó: “Sí, ahora conozco mi verdadera identidad“.

El río estaba aprendiendo pero las arenas susurraron:

“Nosotras lo sabemos…porque vemos suceder esto día tras día, y porque nos extendemos por todo el camino que va desde las orillas del río hasta la montaña”.

Y es por eso que se dice que el camino en el cual el Río de la Vida ha de continuar su travesía está escrito en las Arenas

 

Anónimo

  

   Por el placer de compartir.