Beneficios y riesgos de una siesta. ¿Cómo se debe hacer?

Por Míriam Lihi

Hacer la siesta es una de las costumbres más saludables que existe, siempre que se haga de forma correcta. Nuestro cuerpo se regenera física y mentalmente. En este post te enseño cómo hacer bien la siesta.

Descansar un poco después de la comida es una costumbre bastante antigua que aunque es practicada por muchos pueblos, generalmente se asocia a las naciones herederas de la cultura grecolatina; de hecho, la palabra siesta proviene del verbo “sestear” que los romanos crearon para designar el descanso acostumbrado en la “hora sexta”, que en nuestra actual forma de medir el tiempo corresponde al periodo comprendido entre las 14:00 y las 16:00 horas. Beneficios de hacer la siesta para la salud:
  • disminuye los riesgos de padecer enfermedades cardiovasculares en un 37%.
  • aumenta la capacidad de concentración del individuo en un 34%.
  • mejora la capacidad ante el estado de alerta debido al sueño reparador.
  • disminuye el grado de estrés.
  • produce una mejora de la digestión (siempre que las comidas no sean muy copiosas) porque relaja los músculos que intervienen en el aparato digestivo.
Para dormir bien, debes asegurarte que el lugar de tu siesta sea tranquilo, sin ruidos y que la temperatura es agradable. En lo posible, también es importante que no haya luz para dormir. Ten en cuenta que si duermes muy tarde la siesta, puede afectarte en el sueño por la noche. Además, las siestas pueden tener algunos inconvenientes: por ejemplo, la inercia del sueño, esa sensación de desorientación que muchas personas sientes por diez o veinte minutos luego de dormir, y algunos estudios han relacionado la siesta con un mayor riesgo de fallo cardíaco. Aquí te dejo 6 recomendaciones para echar una buena siesta:   1) Debe ser corta. Más allá de los 30 minutos corremos el riesgo de levantarnos atontados y aún más cansados. Lo ideal es que dure 26 minutos para ser exactos. Así lo revela un estudio realizado por la NASA con sus controladores aereos. 2) No meterse en la cama. Un sofá o una hamaca son lugares mucho más indicados para una siesta. 3) Ventanas abiertas. Para favorecer la oxigenación durante la siesta es mejor descansar con alguna ventana abierta o, mejor aún al aire libre (en verano, a la sombra). 4) Ayudar a digerir. Dormir la siesta facilita el proceso digestivo, ya que el cuerpo solo debe preocuparse por cumplir esa misión. Sin embargo, mejor será no abusar de alimentos fuertes ni de comidas copiosas. 5) Atender el reloj biológico. Siguiendo la norma de una siesta corta, cada uno debe escuchar lo que le pide su propio reloj corporal. 6) Sucumbir a la tentación. No confundir siesta con pereza. Un descanso reparador es un excelente estimulante para mantener el ritmo. La necesidad de relajación que sentimos después de la comida está íntimamente ligada al descenso energético que sufre el organismo después de comer. Todo ello tiene una explicación fisiológica: el tubo digestivo necesita un mayor aporte de sangre para cumplir su función, así que los músculos, la piel e incluso el cerebro quedan en un segundo plano y las actividades nerviosas, respiratorias y circulatorias se ven alteradas por el menor aporte de sangre. Es por esto por lo que somos incapaces de levantarnos de la mesa con el último bocado y seguir a pleno ritmo. ¡Y cuanto más copiosa o pesada haya sido la comida, más trabajo tendrá el cuerpo para digerirla! Dormir y descansar forman parte de los ritmos de la naturaleza, como los ritmos del sol y la luna. Nuestro reloj interno depende también de estos ciclos, aceptando además que es él quien nos marca nuestra necesidad de breves descansos. Lo de tomarse un té o un café después de comer para “despejarnos” no tiene mucho sentido. ¿Para qué interferir en esa necesidad de relax que tiene nuestro cuerpo enmascarando la relajación muscular y cerebral con el consumo de sustancias excitantes? Al principio puede dar resultado, pero al cabo de unas horas, el rendimiento físico e intelectual desciende repentinamente y cada vez necesitamos mayores cantidades de excitantes para seguir a pleno ritmo. El objetivo de la siesta, por el contrario, es estabilizar las funciones físicas y mentales, colaborando con nuestro organismo en lugar de luchar contra él. Claro que una cosa es echarse un rato, para no interferir en el proceso digestivo, y otra muy distinta enlentecer la digestión al dormir demasiado tiempo.    ¿Y cómo saber cuánto tiempo dedicarse al placer de la siesta sin perder facultades al despertarnos? La clave está en escuchar el reloj biológico que todos llevamos dentro. Eso explica que algunas personas tengan bastante con cerrar los ojos sentados en una silla para recuperar fuerzas, mientras otros necesitan tumbarse 30 minutos en el sofá. Todo depende del tiempo que necesita cada uno para lograr vencer el cansancio y la pesadez propios de primera hora de la tarde. Si nos quedamos cortos, no habremos logrado nuestro propósito regenerador. Si nos pasamos, corremos el riesgo de sentirnos confusos y poco ágiles al despertarnos. Y sería una pena desperdiciar todas las ventajas de la siesta.