Bienvenida a Oporto

Por Valedeoro @valedeoro
Por ValeDeOro

Estoy escribiendo en el Duas de Letra, una acogedora cafetería en el centro de Oporto. Una pasta típica (pastel de Belén) y una infusión de menta acompañan a mi ordenador en la mesa, mientras observo a la gente corriendo bajo la lluvia intensa. Hace dos días que he empezado mi nueva vida y ahora toca acostumbrarme a la estabilidad de un lugar fijo.

La transición de viajera a residente

Desde Noviembre he estado viajando de país en país, visitando amigos, casinos y nuevas ciudades. Disfruté de la comida japonesa en Amsterdam, de la nieve en Suecia y de un té maravilloso en Copenhague. Me relajé frente a una chimenea en Alemania y exploré el arte urbano (street art) en Londres. Han sido tres meses intensos, viviendo con lo que cabe en una maleta de equipaje de mano, compartiendo con personas diferentes en lugares distintos. La única constante era mi independencia y la opción de cambiar de rumbo sin previo aviso.

Y ahora llegué. Hace dos días que estoy en Porto. Ya tengo mi número de registro portugués. Esta mañana me he ido a correr por primera vez, empezado a crear un trayecto para prepararme para la maratón de Septiembre. He localizado una tienda ecológica y el mercado municipal. Encontré este café para dejarme llevar por la escritura. Estoy empezando a convertir un piso nuevo en mi hogar, mi segundo hogar.

Cambios y compromisos

Vivo en Portugal. Y sigo en España. De no tener ningún hogar , ahora resulta que tengo dos. De todos los cambios en los últimos meses, de todo el movimiento ha salido una constante inesperada: una pareja que comparte mis valores. Mi nueva estabilidad está dividida entre Oporto y Barcelona, entre lo nuevo de aquí y lo familiar de allá. Me doy el lujo de quedarme con lo mejor de dos mundos, el de la viajera y el de la residente. Me he dado cuenta de que saboreo más los cambios cuando incluyen un compromiso, cuando hay un objetivo que realza la vivencia de un nuevo entorno.

¿Me quedo o me voy?

“Should I stay or should I go”, reza la canción de The Clash. Como si fuera una contradicción. Yo ya tengo mi respuesta. Me voy. Y me quedo. El vaso no está mitad lleno o mitad vacío. Contiene agua nada más. Así que me quedo con ambas opciones. Me voy. Me voy a Oporto, a descubrir la cultura portuguesa, a comer Pasteis de Belém y a jugar al poker. Y me quedo en España, a vivir el amor, a escribir el blog, y a ofrecer charlas y talleres de minimalismo.