Bienvenidos a Montreal

Por Rafael @merkabici

Nevada en invierno y animada en verano, la bilingüe Montreal cuenta con un mundo subterráneo con más de 30 kilómetros de pasajes y 3.000 tiendas. Y en Schwartz's, la mejor carne ahumada. Bienvenidos a Montreal.

La nieve embellece Montreal ( www.tourisme-montreal.org), pero hay que ir en verano, cuando la vida es lo que embellece la ciudad. Siempre podemos tomar del inviernísimo canadiense la reliquia de una postal con nieve. Calles amplias, espacios inmensos, menos mezcla de la que nos habían dicho, van conformando el primer bosquejo de una ciudad grande, abierta y fácil, de pocos coches y casas de tres plantas con escaleras exteriores. Ante el río, la ciudad vieja, turística, alrededor de Sain-Paul (1), la pintoresca calle más antigua de Montreal. Alejándonos del puerto por Saint-Denis - B llegamos a los primeros barrios, el bullicio, la primera sensación de que en esta ciudad -de 1,8 millones de habitantes, 3,6 si se incluyen los alrededores- podemos pasarlo bien.

Como en casi todo el mundo, en Canadá se almuerza pronto. La oferta es muy amplia, pero probemos la poutine, un plato de patatas fritas y queso al que se le suele añadir algún ingrediente más, como beicon, verdura o carne, una bomba, pero es que venimos de recorrer el parque y arrodillarnos ante el corazón de San Andrés. La ofrecen everywhere (pardon!... partout), y un lugar simpático, colorido y mínimo donde probarla es el Patati Patata (9), en Saint-Laurent, junto a la plaza pequeña del parque Portugués, cerca de donde vive Leonard Cohen, el de McGill, que ganó el Príncipe de Asturias de la Letras en 2011, siendo finalista Alice Munro, la de los autobuses y los excelentes cuentos. En la esquina opuesta de la plaza podemos tomarnos un café latte. Quizá la causa de que haya tantos cafés y restaurantes con encanto sea el frío de invierno, cuando salir a la calle requiere una buena excusa.

Un buen café en alguna de las muchas terrazas del animadísimo barrio gay, Le Village (6), situado entre la Rue de Sainte-Catherine y el sur del parque La Fontaine. Abierto las veinticuatro horas, sus noches son extensas, con numerosos bares, grandes discotecas y espectáculos. En agosto, el parque Émilie-Gamelin (11) (junto a la estación de metro Beaudry (12), pintada con los colores del arco iris) es el centro del espectáculo, cuando un millón de personas visitan Montreal para el Festival Diversité Cité (www.diverscite.org). Imposible aburrirse. Además de este, en Montreal encontramos el importante festival de jazz o el del humor (Juste pour Rire), todos en verano.

La ciudad invisible de Canadá

Existe una ciudad paralela, bajo tierra, de más de 30 kilómetros de túneles que conectan estaciones de metro y en los que se pueden encontrar casi 3.000 tiendas, una decena de hoteles, 40 cines, numerosos restaurantes. La ciudad subterránea más grande del mundo y la sensación de estar dentro de una película de ciencia ficción. Podemos aprovechar para hacer algunas compras, perdernos un poco, celebrar con una merienda en una terraza del subsuelo el saber de nuevo dónde estamos y, después, volver a la superficie, uf. Aviso para claustrofóbicos: en ningún momento tenemos la sensación de estar bajo tierra.

Pues sí, el vino es caro, el impuesto que grava el alcohol es de los más caros del mundo, así que abundan los restaurantes (más de 300) con el letrero "Apportez votre bière et vin" (AVV), o sea: si quieres vino o cerveza, tráelos tú, amigo, lo cual es una medida simpática y práctica. La avenida Duluth (13), famosa calle perpendicular a Saint-Laurent (la del Patati Patata y el Shwartz's), está llena de restaurantes de todas las regiones del mundo, muchos de ellos con el letrero AVV. Al final de la calle (14), en Saint-Denis, hay una tienda donde comprar vino bueno (también de todas las regiones, y de todos los precios), después elegimos dónde comer y colocamos la botella en la mesa. Las copas sí las pone el restaurante. Recuerda: si bebes, ni conduzcas (haz como los montrealenses, solo un tercio tiene coche) ni tuitees.

Montreal 'la nuit'

Cae la noche en la isla, crece la ciudad. Las posibilidades, infinitas. Una, encantadoramente simple, es refugiarse en el Quai des Brumes (15), en Saint-Denis, muy cerca de la avenida Duluth, frente a la tienda de los vinos. Todo de madera, ideal para imaginar que fuera nieva a menos veinte grados (depende de la época, es perfectamente posible), el lugar ideal para la primera Molson, una de las cervezas locales (en muchos lugares fabrican su propia cerveza), mientras esperamos que el grupo de esta noche comience a tocar. Para quienes no les basta con la escucha pasiva, el piso de arriba es una discoteca. Y unas calles más abajo, en el barrio latino y el barrio gay, la noche no termina en Montreal.

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