La organización Justicia Alimentaria está difundiendo una investigación titulada El poder en la sombra. Apuntes sobre el lobby cárnico. En ella desenmascaran a dicho grupo privado de presión y documentan cómo influye en los poderes públicos para manejarlos en función de sus intereses.
La investigación destapa su poder dentro de sociedades científicas, médicas y medios de comunicación, entre otros, para cambiar su modo de actuar y sus discursos. Crear así una narrativa que antepone de esta manera los intereses de la industria a los de la salud pública. Estas prácticas de la industria buscan evitar, o al menos retrasar, los cambios en la opinión pública que permitirían acciones legislativas y regulatorias para reducir el consumo de carne en la sociedad.
Viven entre nosotros casi 30 millones de cerdos; tocamos a un cerdo por cada persona mayor de 20 años. ¿Sabías que sólo en España cada año matamos un número de cerdos equivalente a la población del país? Unos 47 millones de marranos. Los datos no dejan lugar a dudas según estos investigadores:
comemos no mucha, sino muchísima carne. Y, especialmente, comemos una barbaridad de la carne más insana, la roja y la procesada. En concreto, comemos seis veces más carne de la necesaria y eso es mucho, pero, además, comemos diez veces más carne roja de la recomendada y ocho veces más de la procesada».
La evidencia científica de que el consumo excesivo de carne (especialmente la roja) y derivados afecta negativamente a la salud es tan abrumadora que podríamos rellenar páginas enteras de referencias bibliográficas que lo demuestran (como nota de página anotan algunas de las más significativas).
Hace ya cinco años que la Organización Mundial de la Salud (OMS) advirtió que comer carne (procesada y, en menor medida, roja) causa cáncer. Todas las agencias de salud independientes lo reafirman. Está demostrado. Es como demostrar que comer mucho azúcar es malo o que desayunar y merendar cada día un Tigretón no ayuda en nada a tu esperanza de vida. Pero por razones que se explican y documentan en ese informe el mensaje de que comemos mucha carne y que eso nos enferma no está instalado aún en el imaginario colectivo.
Se conoce como Big food al cártel que conforman las principales empresas alimentarias. En el España, ese big food tiene un integrante especialmente importante: la industria cárnica y actúa, como tantos otros lobbies, con el manual que «inventó» con tanto éxito el el cártel tabacalero, aunque adaptado a los tiempos. La idea es conseguir básicamente tres cosas:
1 Obtener el aval científico y de las Administraciones públicas, de sus discursos, sus propuestas y sus productos.
2 Bloquear las propuestas que inciden en las causas reales de la alimentación insana y sustituirlas por otras propias que actúan como pantalla de protección. Estas falsas soluciones funcionan como los elementos de cartón piedra de un decorado, a distancia parecen reales, pero cuando las miras de cerca y las tocas, te das cuenta de que no son lo que parecen.
3 Unir su imagen a la salud, emitir el mensaje de que son un actor que hace muchos esfuerzos para conseguir una alimentación sana, que, en definitiva, forman parte activa de la lucha contra la mala alimentación.
• La industria cárnica es un actor comprometido con la salud de la población (unir su imagen a la instituciones de salud, actos deportivos, generar acuerdos voluntarios, sumarse a campañas sin efecto real, etc.).
• La carne es un alimento saludable y necesario para llevar una vida saludable (financiar y difundir estudios científicos que pongan en duda la relación causa-efecto del consumo excesivo de carne con las enfermedades).
• No hay alimentos buenos ni malos, todo depende la dieta en su conjunto (siempre positivos, nada de avisos sobre los riesgos para la salud del consumo excesivo de ciertos alimentos o ingredientes).
• El problema de la alimentación insana es un problema de malos hábitos, sedentarismo y la falta de ejercicio (siempre lo suficientemente abstractos con frases del tipo: dieta variada, dieta sana, dieta equilibrada, vida sedentaria, etc.).
• La alimentación insana es un problema individual, de mala elección en la compra o en la comida (en ningún caso señalar los aspectos socioeconómicos y estructurales que influyen en la dieta de las personas ni la falta de información objetiva a la que se enfrenta el consumidor o consumidora a la hora de comprar o ingerir alimentos).
• Las familias son las principales responsables de la obesidad infantil (en ningún caso se otorga responsabilidad alguna a la publicidad o el marketing en los problemas de salud o el consumo de alimentos malsanos).
• No hay evidencia científica entre el consumo excesivo de carne y la enfermedad (atacar la ciencia independiente que lo demuestre y ofrecer la ciencia amiga de la industria que lo pone en duda).
Los datos sobre consumo de carne como escribimos, son arrolladores y estas estrategias están destinadas a mantener, si no elevar, ese nivel de ingesta. Es necesario pues que el Gobierno promueva una regulación estricta y transparente del conflicto de interés entre la industria alimentaria y las entidades científicas vinculadas a la salud y/o nutrición.
Por supuesto, esto es sólo un resumen del gran trabajo de Justicia Alimentaria, hacedle justicia, nunca mejor escrito, leyéndolo completo.