Llegué a Bilbao en el ya lejano 1995 y desde entonces, la ciudad se está haciendo siempre más fotogénica. Esta mejoría, continúa a ser muy tangible en el aspecto exterior de sus plazas, calles, rincones, monumentos; en la calidad de vida que la gente puede disfrutar, pero también desde el punto de vista fotográfico. Era impensable hace 20 años encontrar en la Villa exposiciones fotográficas tan impactantes tanto en cantidad que en calidad, como las que se han podido disfrutar en el mes de Enero de este nuevo año. En este post, quiero hablar de cuatro que he podido visitar, pero estoy seguro que en algún otro lugar de la ciudad, habrá alguna más de las cuales ni me he enterado. Hace 20 años, si no era por la Sala BBK o por la Taberna de los Mundos, el resto era poco menos que un deserto para la fotografía; ahora es un florecer de oportunidades que contribuyen a que nuestra mirada se llene de estética y de contenidos, también fotográficos!
Totalmente alineada con las nuevas tendencias de llevar la fotografía (y el arte en general) a la calle, la exposición de Sebastião Salgado que se puede ver (hasta el 13 de Febrero) en la calle Ercilla es una maravillosa puesta en escena de los esplendores de la Naturaleza. Se trata del trabajo Génesis que ya había visto en el 2014 en el CaixaForum de Madrid; en la instalación callejera en Bilbao, las mismas imágenes adquieren una fascinación especial porque es como se tomaran vida cuando el cerebro de los visitantes viene estimulado no solo por la imagen en sí, sino también por el aire que percibe y los ruidos de las calles, creando un contraste abismal con los silenciosos y majestuosos paisajes retratados por Salgado; además el formato gigante de las fotografías y el soporte al más puro estilo “alto hornos bilbaínos”, crean una dimensión digna de las inmensidades naturales que las imágenes muestran y generan sensaciones amplificadas…
Entrar en las salas del Bizkaia Aretoa, sede de la exposición Ibérica (hasta el 29 de Enero) de Ricky Dávila, es como mirarse de verdad al espejo; cuando digo “de verdad” entiendo en profundidad, no deteniéndose en la mera estética, sino revoloteando el alma. En este trabajo, Ricky, que es seguramente uno de los principales artífices de que Bilbao se encuentra ahora en el mapa de la fotografía Española, en mi opinión es como “el Faust”, alcanza “robar el alma” de los modelos: todos (menos una chica de color que tiene la mirada hacia el suelo…ya me gustaría saber porque Ricky le permitió este cobijo) tienen la mirada directa, clavada en los ojos de los visitantes; esta mirada es a la vez una puerta abierta de par en par hacia sus almas y un cuchillo que penetra en las de los visitantes. El aspecto más inquietante para mi es que, a pesar de esta mirada directa, las personas retratadas por Ricky nos dejan la duda que hay algo más “detrás de ellos”. La cartografía generada por el trabajo de Ricky Dávila, me parece que se compone de aquella parte de la sociedad que lucha en silencio la batalla de su dura cotidianeidad; nada del “pijimos” imperante en algunos ambientes; es la realidad sin adornos de una sociedad que va cambiando: integrando, buscando una vía diferente, luchando contra la polarización, buscando las necesarias gradaciones de grises, apostando por la colaboración; una sociedad, que algunos querrían esconder o arrinconar por miedo a los piojos, a la diversidad o al ineluctable futuro…
Mi paseo por Bilbao se concluyó en la escuela de fotografía CFC (punto de referencia para muchos amantes de la fotografía y “reino” del maestro Dávila) que se encuentra en el edificio Ensanche; en el hall de este edificio, se puede ver una exposición de fotografía histórica: “Bilbao y sus gentes, 100 años atrás”.
Se trata de lo que ahora se llamaría “street photography” pero hecha a finales del ‘800, comienzos del ‘900. La historia de cómo estas fotografías han llegado hasta nosotros es peculiar: hace mucho tiempo, un albañil, haciendo una obra de rehabilitación en un camarote, encontró una caja de negativos y una cámara, que regaló a su hermano (Benito Tejedor). En el 2012, Javier Valbuena, casado con una hija de Benito Tejedor, empezó un complejo proceso de recuperación de los negativos y nos ha permitido disfrutar visualmente de lo que era la Bilbao de los comienzos del siglo pasado; una Bilbao prospera, en pleno desarrollo económico debido a la explotación del hierro.
Para acabar mi recorrido visual, entré en la sala de exposición del Centro CFC que se asoma en el hall del palacio del Ensanche; allí se encontraba la exposición Arquitecturas vivas de Nicolás Combarro. Se trata de intervenciones hechas por el fotógrafo para transformar espacios de arquitecturas abandonadas, para que retomen vida.
Fotografías – Photosatriani©