Bill viola (1951-2024): el artista que convirtió el video-arte en puro sentimiento

Por Asilgab @asilgab

En un mundo gobernado por las imágenes no cabe un mayor reto que hacer de ellas no sólo un mero escaparate de vivencias, vacuas la mayoría de ellas y sin ningún interés para el resto de la humanidad, sino una epifanía de los sentimientos humanos. Sensaciones que, en la mente y en la ejecución visual y estética que les dio Bill Viola, interpelan a la fusión del espacio que nos separa de la pantalla para convertirlo en algo mágico, pues consigue anular esa distancia hasta hacerla invisible (ficción y realidad unidas en un único plano). En esta sociedad donde todo parece estar al alcance de un click, no hay nada subversivo que ralentizar las imágenes mediante la técnica del slow film hasta convertirlas en un grito de guerra contra la frialdad y el hedonismo de la nueva sociedad woke que nos gobierna, porque no hay nada más atroz y ridículo que la yuxtaposición continua de imágenes sin más sentido que el del protagonismo no reclamado. Esa falsedad, entre otras consecuencias, es la que asesina día a día la experiencia del arte y nos hace confundir lo banal con lo auténtico que nace de la conciencia y experimentación. Herramientas que Viola exploró hasta llegar a esos espejos de lo invisible en los que se han convertido una gran parte de sus video instalaciones. De ahí la importancia que, con el paso del tiempo, las obras y vídeos del artista norteamericano tendrán en un futuro no tan lejano, porque son el mejor antídoto y el mayor legado que se nos puede dejar contra la omnipresencia de lo anodino, además de ser una barrera necesaria para evitar la catástrofe que conlleva todo arranque de exposición vital que nada tiene que ver con el arte. ¿Qué es el arte, entonces? En el caso de Bill Viola fue la expiación del mundo sensible y la posibilidad de mostrarnos cómo somos en los momentos más trascendentes de nuestras vidas. El amor, el odio, el nacimiento, la muerte, la alegría, la tristeza, o el milagro del renacimiento surgen en sus instalaciones como la conciencia de aquello que los seres humanos hemos olvidado con excesiva facilidad: la de mostrarnos tal y como somos, y no cómo queremos que los demás nos vean. Esa distancia ha sido la que el video-artista fulminó en post de una verdad incontestable: la de la realidad sin filtros, la de la lucha por la supervivencia ante la catástrofe, o la debilidad de las personas ante la fuerza de una naturaleza que en ocasiones se nos muestra tan devastadora como purificadora. Esa sensación a la hora de experimentar, mostrar e influir sobre todo aquel que se acerque a sus montajes hacen de la obra de Viola una biografía universal de lo que somos y hacia dónde nos encaminamos. Sus imágenes surgen de la necesidad de la búsqueda de ese más allá que en demasiadas ocasiones está al alcance de nuestras manos y sin embrago obviamos por pura distracción, el gran mal de la sociedad moderna. Viola nos habla en su obra de esa atención necesaria, plena y directa, a la par que sencilla, por la inmediatez de sus propuestas. Una sencillez que sólo es la excusa para adentrarnos en un universo único, por sensible y onírico, por auténtico y real, por expresivo y diferenciador. Viola nos hace viajar hacia el interior de nuestra esencia. Hacia aquello que nos moldea como personas. Hacia aquello que denominamos como alma. Un componente de nuestra personalidad que ha sido aplastado por la indigencia del falso reality en el que nos desenvolvemos. No hay nada más anodino que una sonrisa en Instagram, justo lo opuesto a lo que Viola dedicó su vida: la expiación de lo esencial, y de la materia oscura de la que estamos hechos, pues el video-artista convirtió su arte en puro sentimiento. Bill Viola ha conseguido con su obra que seamos conscientes de ese recogimiento íntimo y personal que logra sentirnos vivos y ser nosotros mismos sin tener la necesidad de exponerlo. Un recogimiento que nos lleva hasta el más puro anonimato, sin duda, la mejor herramienta a la hora de enfrentarnos a nuestros miedos y fobias. Bill Viola fue capaz de ver aquello que nadie ve. Fue el mago que nos acercó a lo que creíamos que no existía para ofrecernos la oportunidad de verlo y, sobre todo, sentirlo, porque su arte es un arte de la exaltación de los límites del ser humano a través de los sentimientos. No en vano, sus creaciones se asemejan mucho a las ventanas del alma.

Ángel Silvelo Gabriel.