La enfermera imbécil se divertía fotografiándose con moribundos
y luego difundía las imágenes
No son pocos los memos que quieren tatuarse pero no pagar ni hacer caso de cosas tan peregrinas como la higiene o la salud. En Canadá se ha puesto de moda hacerse dibujos en la piel a base de quemaduras o cortes; por un lado, el tonto coge unas cuantas piezas de hierro curvas y rectas, las pone al rojo y luego se las aplica en la piel combinándolas para lograr el dibujo deseado; por otro, el zopenco de turno se perfila la imagen deseada cortándose la piel… Además de la insensatez de autolesionarse con fines estéticos (gran contradicción, por otra parte), además del intenso y prolongado dolor de ambas ‘técnicas’, las eminencias que las practican serán presa fácil de infecciones y muchos otros efectos nocivos y peligrosos. Sarna con gusto…
Otra forma de hacerse daño con propósitos decorativos consiste en meter los labios en un recipiente estrecho y hacer succión, con lo que el morro se hinchará y enrojecerá; es una forma de emular a quienes consiguen la inflamación por métodos quirúrgicos (en todo caso, resultaría extremadamente difícil señalar una sola persona que haya mejorado su aspecto tras cirugías no terapéuticas). Será leyenda urbana o chiste, pero viene al pelo la anécdota de la niña que, viendo a su tía después del paso por las manos del cirujano, le pregunta qué le ha pasado, a lo que la mujer contesta que ha ido al médico para estar más guapa, pero la chavalilla le espeta un demoledor: ¿Y por qué no lo estás?”.En Turquía, una mujer estaba acomplejada por las orejas grandes de su hijo de 10 años; tanto que le llevó a que lo operaran, sin embargo, no quedó contenta con el resultado de la cirugía, así que pensó (es un decir) que mejor lo mataba. Y así lo hizo, lo asfixió con una bufanda y tranquilamente se marchó. Detenida posteriormente, declaró que su hijo había sido acosado en el cole por el tamaño de sus pabellones auditivos, y que para evitar que se rieran de él pensó (es un decir) que lo mejor era matarlo. Pensamiento lógico, razonamiento concluyente: el mejor modo de evitar burlas y acosos es liquidar al que los sufre. Para cualquier cerebro normal resulta dificilísimo encajar una acción tan necia, abominable y sin sentido como esta.
El colmo de la imbecilidad es hacer público (e incluso con alarde) el alto grado de la propia sandez y la escasez de entendimiento; de este modo, las redes sociales e internet están permitiendo que el estúpido certifique su condición, dejando por escrito el tipo y volumen de su estulticia. Dos casos cuyos protagonistas publican a grandes voces su descomunal idiocia hacen cierto el proverbio que asegura que la estupidez siempre se coloca en primera fila para ser vista, mientras que la inteligencia se queda detrás para observar: en Estados Unidos una chica joven difundió algo así como “he encontrado un horrible trabajo y mañana empiezo el suplicio”, un mensaje que su jefe leyó y contestó con “no sabía que mi oferta de trabajo le fuera tan inaguantable, disculpe por ofrecérselo, no hace falta que venga por aquí”; lo curioso es que acto seguido la joven escribió “¡con la falta que me hacía el dinero!”. El otro caso sucedió en Rusia y tiene a una enfermera como sujeto de la acción; resulta que la susodicha se hacía fotos a sí misma burlándose de pacientes dolientes y moribundos, los cuales aparecían como fondo; luego, la cretina con cofia subía esas imágenes a la red acompañándolas de comentarios del peor gusto; sus superiores no tuvieron problema en identificarla y ponerla en la calle, cosa que ella lamentó profundamente… No cabe duda, este tipo de tonto aprovechará todos los recursos y dispositivos a su alcance para probar a todo el planeta su mezquindad y tacañería mental.
Si uno hace una estupidez parecerá un estúpido, lo que según Quevedo equivale a serlo. La tecnología está facilitando al personal sus ansias de demostrar que lo es. ¿Qué sátiras no escribiría con todo este material el deslenguado y lúcido autor?
CARLOS DEL RIEGO