Alberto Nanclares jamás pensó en ser viticultor y, mucho menos, en montar una bodega. Economista de formación y trabajando para una multinacional, se ganaba muy bien la vida. Pero se hartó y, a lo que parece…, ¡la cabra tiró al monte! Porque Alberto nació a 20 km de Haro (La Rioja), zona en la que todo el mundo, desde el nacimiento, mama poco o mucho viñedos, uva y vino. Buscaba casa y topó con una, en Castrelo-Cambados, que se vendía. Tenía una sola peculiaridad: ¡se vendía con viñedo de casi una Ha…! Eso cambió su vida. Alberto, a lo que intuí cuando le conocí hace unos pocos meses, es hombre siempre atento a los detalles. Pocas veces he visto yo una bodega tan meticulosamente ordenada, con los rastrillos en formación, pulcra, con cada depósito o tino con su última analítica colgada de él. Impresionante. Pero él sabe dónde está lo más importante, y su minuciosidad y atención se concentran sobre todo en las cosas del campo: sus cepas comen de un suelo francoarenoso con muy poca arcilla (tiene un solo viñedo con un 15% de ella; el resto, menos), a cierta altura pero cerca del mar. Ese suelo tiene mucha vida y no necesita gran cosa: casi es ya autosuficiente. Hace tiempo que no lo laborea, sólo abona con las algas que él mismo recoge en la playa (¡hace compost con estas algas!: el detalle me encantó) y con el raspón de su propia uva, y no usa ni insecticidas ni herbicidas. No retoca el vino en la bodega, sus levaduras son las del viñedo y en cuanto a técnicas, pues usa de todo en función de lo que le pide cada cosecha.
No hay un manual escrito que siga sobre su tipo de vino porque es hombre inquieto y cambia en función de la uva vendimiada: a veces trabaja con hollejos, a veces, no; a veces usa raspón, otras no; en algunos casos (para el vino que vende más joven, el Tempus uiuendi, que no se filtra ni clarifica aunque sí se estabiliza el tartárico con frío) fermenta en inoxidable; otras veces en tino de madera de 2000L y con lías en reposo. El Tempus uiuendi que probé directo del depósito (está ya a la venta desde hace unos meses, supongo, y estará ideal a finales de este 2013) tiene aromas de manzana Golden, pera limonera, muy del varietal albariño, con una acidez grande y un posgusto algo amargo, hinojo. Es un vino franco y muy directo en nariz. A la que baje el nivel de sulfitos (andará sobre los 90 de total), este vino irá para arriba. A medida que sube su trabajo con las lías (en el vino que lleva su nombre, Alberto Nanclares) y, sobre todo, con lías y madera (el Soverribas de Nanclares, con 100% de lías completas en fudre y un removido semanal) aumentan el volumen y la estructura, los aromas de flor de manzanilla, de membrillo algo verde y un punto cítrico amable. Alberto anda definiendo todavía dónde estarán sus vinos y creo, con sinceridad, que todavía no ha llegado a su modelo. Pero avanza rápido y sobre unos fundamentos seguros (la sensibilidad y la observación y, cada vez más, la mínima intervención). Lo que vi y bebí promete, y mucho. Saldrán grandes albariños de sus tierras. Porque el mejor vino nace de las mejores uvas y éstas del trabajo más concienzudo y atento en el campo. Y en ese trabajo, Alberto es muy bueno.