Boker tov, adon Fidelman (Joseph Madmoy, 2010)

Publicado el 09 septiembre 2012 por Babel

Una de las experiencias más fascinantes es perderse unas horas por los viejos mercadillos, las tiendas de antigüedades y los talleres que restauran objetos a los que solo el paso del tiempo otorga el valor de haber sobrevivido hasta nuestros días y a lo irrecuperable del método en que fueron concebidos. Es fascinante contemplar esos viejos artilugios y muebles de madera real e imaginar el momento en que habitaban un salón de techo prominente del que pendía una majestuosa lámpara de araña, aunque tal vez tuviera que conformarse con unas de queroseno. O aquella vieja oficina repleta de armarios y clasificadores, con su formidable mesa dominando la estancia, olor a encáustico incluido y chupatintas enterrado entre toneladas de papeles.

Mientras bancos y políticos contribuyen al alimón a endurecer nuestra realidad cotidiana, esas escapadas te devuelven a un pasado más humano, quizás romántico, sí, pero el ejercicio no deja de ser gratificante. El cineasta Joseph Madmoy consigue, en cierta forma, dejando de lado guiones demasiado alegóricos y dirigidos, habituales hoy en el cine israelí de puertas a afuera, apostar por un relato agridulce bastante cercano al humanismo secular. La sangre, más espesa que el barniz, y más cáustica, pone el toque shakesperiano a esta nudosa historia doméstica de ritmo pausado y tono malhumorado donde la trama tarda en aparecer tanto como el piano Steinway de 1882 que el aprendiz descubre bajo la herrumbre y la polvareda de la tienda de Fidelman. El viejo e irascible señor Fidelman (magistralmente interpretado por Sasson Gabai, actor nacido en Irán, para más señas), un hombre totalmente dedicado a su oficio cuya vida da un vuelco cuando su socio Max muere repentinamente.

Fotografía, iluminación, personajes, bien definidos y genuinos en sus emociones, se aúnan para ofrecer planos realmente inspiradores de sentimientos, emociones y ambiente vintage. La tienda-taller, en pleno centro histórico de Tel-Aviv, donde transcurren la mayor parte de las escenas, las angostas herramientas, el polvo acumulado, el bocadillo de la mañana, dos vasos de vino entre frascos de trementina… captan a la perfección la cotidianidad del protagonista, viejo y solo, cuyo único instrumento de supervivencia es cierta metódica capaz de desafiar a un mundo cada vez más ajeno e indiferente. Boker tov, adon Fidelman, comercializada en prácticamente toda Europa –en España solo se proyectó en el Festival de Valladolid- como Restoration, cuya traducción literal del título sería Buenos días, señor Fidelman, es un trabajo delicado y conmovedor que, con todos sus defectos, merecería no pasar desapercibido.