La primera escena de "Boudu sauvé des eaux" señala el tono de la comedia general que va a representarse ante nuestros ojos; un escenario pastoril, un fauno con caramillo y una ninfa acosada sexualmente pero feliz por la sensualidad de la representación (es verdad que el protagonista, envuelto en unas mallas, torpe de movimientos, a punto de tirar parte del escenario, puede provocar cualquier cosa menos lujuria).
La transición de la escena manteniendo el mismo abrazo de la pareja que acabamos de ver disfrazada, nos transporta a la vida real, al París del presente de la acción porque lo que hemos visto es una ensoñación fruto de la pasión y el enamoramiento de la mujer joven hacia un hombre maduro e ilustrado (librero) y el rejuvenecimiento de quien ya no disfruta de la compañía de su esposa pero siente un ardor inesperado por la mezcla de novedad y juventud.
Tras esa primera presentación llega la segunda, y la forma con la que Renoir filma las andanzas callejeras de Boudu, el típico clochard parisino, cuya única compañía es un perro de aguas negro de pelo rizado, es la de un premonitorio precedente del estilo nouvelle vague de 25 años después. El personaje interactúa con su entorno, la gente de la calle continúa sus actividades diarias como si la cámara no estuviera presente ya porque, realmente, no llegan a verla y a sorprenderse que se esté filmando a un desastrado Michel Simon deambulando por calles y parques de Paris, o porque les da lo mismo, justo hasta que el personaje decide, desesperado, arrojarse al Sena desde lo que parece ser el puente "des Arts".
Esa escena, observada en la distancia por Mr. Lestingois a través de un catalejo, un objeto que señala claramente la condición voyeur del burgués, usado para observar a los, y las, paseantes de la ciudad, pero que en la intimidad nada le impedirá dirigir la lente hacia las ventanas de sus vecinos, y que une los destinos del matrimonio acomodado con el del vagabundo por conocer. La salvación del ahogamiento hace de Boudu, de nombre Priape (otra señal de la inconfundible marca sexual del relato, tan presente en el cine del director francés) un inesperado nuevo miembro de la familia, con la revolución que ello conllevará.
La mala conciencia del que vive bien ante la perspectiva de que Boudu vuelva a intentar suicidarse si no tiene un techo, provoca que Lestingois acoja temporalmente al vagabundo. Solución provisional que, sin embargo empieza a transformarse en una apropiación completa por parte de Boudu de todo lo que hay en la casa, personas incluídas.
La naturalidad con la que Renoir filma las idas y venidas del recién llegado, este Michel Simon cuya forma de hablar es una pronunciación imposible, a medio farfullar, un personaje que introduce un espíritu a la par libertario y dionisiaco en el hogar sometido a la tradición consolidada, no sólo sirve para introducir un elefante en una cacharrería, con momentos dignos del slapstick americano de esas mismas fechas, (la escena en la que Boudu desmonta toda la casa para limpiarse el betún de sus manos sería una antología completa del disparate) sino para desnudar el alma hipócrita del burgués gentilhombre y sus acompañantes, más ofendidos porque se escupa en una edición de Balzac que por acostarse con la propia esposa.
La presencia perturbadora del anárquico, y anarcoide, Boudu socava los cimientos bien pensantes del "stablishment", pero al final, lo que se traduce en imágenes es la íntima convicción de todos los demás de que, realmente, lo que les gustaría, es poder comportarse como Boudu, hacer en cada momento lo que venga en gana y apetezca, o no hacer nada. Comer cuando se tiene hambre, amor libre, alegría de vivir que se va perdiendo cuantas más normas sociales nos vemos obligados a respetar.
Cuantas mayores son las comodidades mayores son las censuras sociales y las obligaciones, un cuello duro y una pajarita pueden oprimir más que el hambre y el frío de vivir en la calle. Cuando Boudu comprueba que su incorporación al mundo burgués exige quedar encadenado de por vida, aunque solo sea para mantener las apariencias y permitir que Lestingois mantenga el libre acceso a la doncella, Boudu decidirá que el mismo agua que, en su momento, estuvo a punto de liberarle con la muerte, le devuelva la libertad originaria.
Quedarán atrás las semanas de confort y mujeres a su alcance, un mundo en el que el ménage à trois termina consolidado con la imagen definitiva del librero, la esposa y la sirvienta formando una unidad desconsolada pensando en la huida del vagabundo. No hay compromiso ni hay dinero que perturbe la libertad de espíritu y pensamiento de Boudu, digno heredero de un chapliniano personaje en un entorno de naturaleza filmado como si un cuadro del gran Auguste Renoir se tratara.
Título original: Boudu sauvé des eaux. Francia. 1932. Director: Jean Renoir. Guión: Jean Renoir, Albert Valentin, basado en la obra de René Fauchois. Fotografía: Marcel Lucien y Georges Asselin. Música: Jean Boulze, Edouard Demoulin. Intérpretes: Michel Simon, Charles Granval, Marcelle Hainia. 83 minutos