Bruselas en un día

Por Masqueudos

Dicen que “al lugar donde has sido feliz no deberías tratar de volver” y yo, que fui muy feliz en Bélgica durante mi año Erasmus, he decidido no escuchar lo que dicen y volvet, simplemente, por el placer de compartir sitios especiales con la persona que tengo a mi lado, y porque nunca me creo lo que dicen

Llegamos a Bruselas en un vuelo de Ryanair, como no podía ser de otra manera, sin incidencias ni retrasos. Y antes de coger el tren a Brussels Nord desde Zaventem decidíamos apostar por el RAIL PASS, un bono de diez viajes en blanco para realizar durante un año por cualquier localidad belga y – agarraos- a rellenar por ti mismo cuando vas a hacer el viaje.

Podéis ir imaginando las connotaciones de este asunto: y si me monto en el tren y no lo relleno un viaje que me ahorro? Pues efectivamente, esa y la de poner estaciones lejísimos unas de otras para pasarte el día viajando entre una y otra pagando solo un viaje, todas esas son variables características del joven Erasmus que ahora ya no llevo a cabo. Bueno, al menos no todas

Al llegar a Brussels Nord descubrimos que nuestro hotel es un hotelazo, el Crowne Plaza, y que está o más ni menos que al inicio de la calle de las compras. OH. Y después empezamos a recorrer la ciudad que se vedtía de sol para recibirnos.

Qué enorme es Bruselas y a la vez qué gris a ratos, qué moderna y qué antigua, qué acogedora y qué hostil. Es un placer para los sentidos llegar a la Grand Place y disfrutar de los detalles de todos y cada uno de los edificios pero luego llegas a ver al Manneken Pis y te encuentras a un meón chiquitito. Te pateas media ciudad para buscar Murales de la ruta de Cómic protagonizados por Lucky Luke, Tintín o Gastón Lagaffe y cuando llegas a Asterix te encuentras en un barrio tan pobre y tan cerrado que ya no disfrutas tanto del paseo fotográfico.

Tomas un café en la Place de Saint Gery, donde se alzaba el islote que dio inicio a la ciudad, y disfrutas de un ambiente completamente hipster y moderno en pleno centro belga para terminar al lado de la Bourse con una estampa dura y fría de la vida en 

La ciudad te deja con una sensación agridulce de riqueza y de miserias. Todo lo grande es así. Ocupa, pero hace sombra.