Buscadores y fracasados

Por Jlmon



La mayoría de la gente acostumbra a desayunar lo mismo cada día, compra su ropa en las mismas tiendas, alterna con sus amigos en los mismos bares, aunque en ocasiones experimenta, repite restaurantes y así un largo etcétera que constituyen sus rutinas sociales, esas que los otros llaman “manías”. Esto es una constante hablemos de gente normal o rebosante de dinero, incluso diría que, contra todo pronóstico estos últimos resultan más rutinarios y, en consecuencia, predecibles. Pero también nos encontramos con aquellos que no repiten ni bares, restaurantes, comercios o destinos. Siempre buscan algo más, ni peor, ni regular, simplemente distinto y por ello mismo mejor. Son aquellos que llamamos atrevidos, inquietos, aventureros, en definitiva, distintos. Nunca deben confundirse con aquellos que no repiten porque simplemente no saben de qué va la vida aunque creamos que son quienes marcan tendencia como ahora se dice. Finalmente, también encontramos gente que no repite, pero no por el afán de buscar y experimentar lo nuevo sino por la necesidad de encontrar algo que se acomode a sus posibilidades. Aunque no lo sepan, ellos también abren camino y descubren nuevas oportunidades. De hecho, si consiguen salir de su penuria, siempre recordarán aquellos momentos con orgullo. La empresa no es sino un reflejo de la vida. Podemos encontrar empresas que repiten insistentemente esas rutinas que les ofrecen la seguridad de lo conocido. Poco importa que todo se derrumbe a su alrededor, ellas continuarán fieles a sus “manías”. En esta categoría, las empresas “prosperas” que en su día representaron el éxito, también acostumbran a ser igual de taciturnas que las clases más pudientes y, en consecuencia, resultan terriblemente predecibles, tanto para sus personas como para los competidores que pronto las dejarán atrás. Por supuesto, también encontramos empresas aventureras con personas atrevidas e inquietas aunque en este mundo las llaman emprendedoras, innovadoras o creativas. Y, por supuesto, tenemos aquellas que disparan a todo lo que se mueve aunque raramente consiguen acertar a algo más allá de algún despistado que casualmente pasaba por allí. Pero no todo es simetría en estos dos mundos paralelos. Las empresas que se encuentran en dificultades, se sienten vulnerables y que incluso han encargado ya su epitafio, lejos de reaccionar buscando y experimentando, esperan el milagro de los panes y los peces, mientras recortan de aquí , de allí y hasta del más allá. Incluso cuando alguien les anima a reaccionar revisando sus procesos, activando el talento oculto de sus personas, analizando el entorno en una prospectiva de oportunidades o simplemente señalándoles el camino más allá de los Pirineos, responden con esa conocida tonadilla que huele a difunto requemado: ¡no están los tiempos para esos experimentos! Vivimos en un extraño país que se niega a experimentar. Desde el presidente del gobierno hasta el último consejero delegado se niegan a la búsqueda y el desafío, pareciendo resucitar aquella extraña ocurrencia de Ortega que demandaba el concurso creativo de otros para solucionarnos la papeleta. Ni existe la suerte, ni menos aún el mal fario. Sólo existen buscadores y fracasados de éxito. Los primeros arriesgan, los segundos no son nada y el que no nada se ahoga y el que se ahoga se muere,