Y fruto de ese afán de sentirnos superiores y los reyes del universo nos negamos a creer en algo que se salga de lo que nuestras estrechas mentes pueden alcanzar. Y para huir de un Dios que si existiera nos haría a nosotros más pequeños nos empequeñecemos perdiendo nuestra riqueza más profunda y dejamos de buscar en nuestro interior para salir fuera a buscar la felicidad.
Nos enganchamos a cosas, personas, criterios, opiniones, y terminamos siendo tan dependientes como niños recién nacidos.
Y al fin como nos hemos cerrado el camino de la trascendencia perdemos también la libertad y en resumen lo perdemos todo.