Tienes permiso para cambiar
Las decisiones generan estrés cuando aspiras a una vida perfecta y previsible. El problema es que la perfección puede ser muy aburrida. Además, es difícil disfrutar de la perfección si a cada momento temes que quizás la otra decisión hubiera sido la mejor. Aunque, ¿realmente es tan grave si te equivocas?
Si el nuevo restaurante fue una decepción, no vuelvas. Si leyendo en el kindle te falta el olor a papel, guárdalo para los viajes. Si después de tres años haciendo yoga quieres probar las artes marciales, cambia de gimnasio durante una temporada. El mundo cambia, tú cambias y es perfectamente normal que tus preferencias también cambien.
¿Te equivocaste? No, experimentaste.
Equivocarse, fallar, fracasar, estas palabras inspiran miedo. No quieres ser un perdedor. Para no correr el riesgo, es mejor no arriesgarse. No vaya ser que algo salga mal.
Aunque a lo mejor también sale bien. O quizás simplemente sale diferente. No lo sabrás si no lo intentas. Así que es el momento de reformular tus decisiones: no son decisiones. Son experimentos. Estás experimentando con realidades alternativas para descubrir la que más se ajusta a tus expectativas. O quizás para descubrir tus expectativas. Hay muy pocas decisiones que sean irreversibles, al igual que hay muy pocos resultados que no te servirán aunque sea de aprendizaje.
Haz algo diferente, para ver lo que pasa
Si lo desconocido o lo nuevo te da miedo, puedes ejercitar tu músculo de la flexibilidad para prepararlo para estas situaciones cuando, en realidad, lo único que hace falta es una decisión, sin importar cuál. La magia está en probar cosas nuevas cada semana, o por lo menos cada mes. Apúntate a una carrera de obstáculos, prueba diferentes deportes. Apúntate durante un mes a aprender chelo, después flauta y después piano. Si no te gusta, cambia de actividad. Al fin y al cabo es un experimento, no la tarea de convertirte en la siguiente Steffi Graf o el próximo Beethoven.
¿Con qué puedes experimentar este mes?