La cafeína es la sustancia psicoactiva más popular en el mundo.
Este gusto y necesidad por la cafeína se hace evidente en la necesidad, que tiene la mayor parte de los habitantes de este planeta, de tomarse un café o un té en las mañanas; en el hecho de que vayas a donde vayas te ofrecen un café y muy probablemente lo aceptes; y en nuestro gusto obsesivo por los refrescos de cola, así como en la proliferación de cafecitos en cualquier esquina, lugar, barrio y rincón.
Pero lo interesante de la cafeína no es el café, sino que es la única droga —por sus efectos en el cuerpo y la mente, el que provoque adicción, etcétera— plenamente aceptada en el mundo entero, y no hay ningún país donde el café o la cafeína estén prohibidos.
La cafeína es la única droga aceptada en todo el mundo.
El origen
Es fácil confundir el origen —o, más bien, la primera documentación— de la cafeína con el del café, ya que ambos poseen una leyenda árabe en común que explica de dónde vienen. Ésta cuenta que un pastor llamado Kaldi, tras observar que sus cabras habían «enloquecido» al comer los frutos de un arbusto, llevó las ramas y frutos de éste a un monasterio, donde se descubrió una nueva, estimulante y deliciosa infusión hecha con los granos tostados del arbusto: el café.
Sin embargo, no deja de ser anecdótico que no fue sino hasta 1820 —cuando empezaron a proliferar los cafés en Occidente— que el químico alemán Friedlieb Ferdinand Runge logró aislar el alcaloide del café —causante de sus efectos estimulantes—: la cafeína.
A partir de entonces sus efectos pudieron ser mejor estudiados y se descubrió que no sólo se encuentra en el café, sino en las hojas, semillas y frutos del té, cacao, nueces de cola y en otras 60 plantas.