Pero hay una hora de la mañana en que mi cuerpo empieza a enviarme mensajes nada subliminales para que salga corriendo a por un café.
Salgo con mi café caliente, muuuuy caliente, entre las manos y aspiro con ganas porque el olor del café es algo que no hay que perderse. Y aunque me motivaría aún más una taza molona me conformo con la de papel
Fani