Menos mal que finalmente han intervenido los jueces, han condenado a calatravatelaclava a cambiar de nombre (ojo, no a cerrar la página como tal, sino a cambiar de nombre el dominio web) y a pagarle al genio treinta mil euros. Me alegro por el genio. Así le quedan ya treinta mil euros menos para pagar las numerosas consecuencias desagradables de sus obras (¿in?)marcesibles. (Una pena, porque él pedía 600.000 € y los jueces lo han dejado en 30.000 €).
No he leído la sentencia, y pido por ello perdón a los jueces, porque tal vez cometa la imprudencia imperdonable de no ser ecuánime. (Lo cual me dolería muchísimo. Especialmente porque yo no tengo treinta mil euros). Tan sólo he leído los fragmentos y titulares que saca la prensa. Y lo que me extraña es que los jueces no señalan que lo que denuncia calatravatelaclava sea falso, sino que es ofensivo y daña la imagen del genio.
Hombre: Yo creo que si es verdad hay que decirlo, y si es mentira hay que cargarse esa página y castigar a sus autores. Pero si lo que dicen es cierto, entonces... ¡Calla, Satanás! ¡Vade retro!
La culpa es de esta gente por andar mareando y por ir contando mentiras. Bueno, o verdades. Qué más da. (Joder con los semiólogos postestructuralistas, que han hecho que ya nadie sepa distinguir la verdad de la mentira, o peor: que no haya verdad ni mentira; o peor: que a nadie le importen ya esas delicuescencias).
Espero que mi mujer no lea esta entrada, porque me estoy paseando por el filo de la navaja y no tengo treinta mil euros. Me harían un avío importante. Menuda risa. (Sobre todo ella, pobrecilla). En todo caso, tengo una fe ciega en mi derecho a la libertad de expresión. Por lo menos a algunos sí se la conceden. (Sobre todo si son obispos). Claro, que a otros no.
Como conclusión, y a instancias de mi santa esposa, le ruego, señor juez, que relea atentamente esta entrada. Podrá comprobar que yo NO he escrito que Calatrava sea un mal arquitecto, TAMPOCO que se lleve los encargos de manera turbia, NI que sus obras se encarezcan de forma sospechosa. NO he escrito que sus obras se caigan a trozos, NI que se oxiden a pasos agigantados, NI que él se masturbe contemplándolas. NO he escrito ni esas cosas tan ofensivas ni ninguna otra. TAMPOCO he escrito que sea un corruptor de políticos. ¡Dios me libre!
También le ruego, señor juez, que solicite mi saldo a mi banco. Verá que no tengo treinta mil euros.
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