Camaleones Sociales (esos que adoro)

Por Kheldar @KheldarArainai

Tiempo hace que, leyendo ese ya famoso (entre ciertos públicos) libro de Daniel Goleman titulado Inteligencia Emocional ; me dieron en los morros con un término que hacía tiempo que llevaba necesitando: camaleones sociales.

Sería muy extenso explicar lo comentado en el texto (y por ello os dejo al final un enlace que lleva a lo que se dice en el libro), pero a grandes rasgos podría decir por qué llevaba tanto tiempo buscando un término que expresase algo que estaba en mi cabeza.

El camaleón es un animal que se caracteriza principalmente por su capacidad de mimetizarse con el entorno para así defenderse de posibles depredadores; y a su vez para poder comunicarse entre ellos, representando con su coloración el estado en que se encuentran frente a una posible lucha.

Sobre todo esta última característica es la que haría alusión a lo que aquí tratamos. Goleman viene a decir algo así como que este tipo de personas son perfectamente capaces de adaptar su comportamiento al grupo en el que quieren integrarse… O lo que es lo mismo, disfrazarse de lo que piensan que agradará al citado grupo.

A priori, esto supone una habilidad realmente positiva y útil, pero como todo, tiene contraindicaciones, y éstas vienen a ser ni más ni menos que…

La renuncia -total o parcial- al propio “yo”.


Comencemos definiendo lo que este término del Camaleón Social supondría:

Camaleones Sociales: Personas que actúan de un modo similar (en el sentido de que hacen uso de las habilidades sociales que poseen y tratan de adquirir otras nuevas para crear una imagen de si mismos que se adapte a lo que los demás quieren ver) pero muy superficial, ya que lo que son en realidad está muy alejado de lo que muestran.

Con tal de ser socialmente aceptados, son capaces de adaptarse a cualquier situación y, echando mano de sus habilidades sociales; pueden representar distintos roles o personajes en función de las personas con quienes se encuentren, siempre con el fin de hacerse apreciar.

La diferencia entre un camaleón social y una persona realmente hábil emocionalmente y socialmente es que el último actuará en consonancia con sus verdaderos sentimientos, respetando y manteniendo su integridad, cosa que el camaleón perdió a fuerza de mimetizarse.

Cuando una persona se esfuerza en adaptarse completamente al medio en el que se encuentra, muchas veces es a costa de renunciar a sus propias creencias, formas de pensar y de actuar. Muchos son los casos en los que el devenir de los acontecimientos sociales nos hacen cambiar nuestra conducta, porque “si todo el mundo lo hace…” Muchos completan esta frase con un “no voy yo a ser menos que nadie”.

Desde mi punto de vista esto supone cuanto menos un grave error, y creo que ese es uno de los problemas que están en la base de nuestra sociedad y situación actual.

Hay muy pocas personas capaces de renunciar a todo (especialmente a la popularidad e incluso como hizo Sócrates, la vida) en nombre de sus principios, y lo que es peor, se les hace sentir horriblemente mal porque son unos “inadaptados”.

Aunque cuando profundizamos en las opiniones de la mayoría, precisamente todos esos esfuerzos llenos de falsedad crean en los demás una percepción poco positiva de esa persona. Su artificialidad nos coloca en una incomodidad constante por instinto.

Seguro que todos conocemos también a más de una persona supuestamente popular, y cuando pensamos fríamente, nos damos cuenta de que su popularidad se debe básicamente a su “polaridad” múltiple en función de la persona con la que está tratando.

En definitiva, a muchos nos parece muy triste que alguien sea (como se suele decir vulgarmente) el muerto en el entierro y el niño en el bautizo.

Pero una cosa que me consuela es que todos preferimos convivir y conectar con personas que de verdad respetan nuestras opiniones y sacan lo mejor de nosotros. Esas son las que merecen pasar a formar parte de nuestro círculo más cercano.

Por eso (aunque muchos de los señoritos a los que se lo digo no me creen), es por lo que muchos de ellos no perduran: hay “popularidades” que son flor de un día (o de una noche de fiesta) pero al final todos volvemos a lo que nos parece trascendental.

Y como todos saben… Es hora de las conclusiones:

  • En definitiva, pienso que sería mucho mejor si las personas fuéramos más honestas y sinceras. Deberíamos olvidarnos de intentar agradar a todo el mundo, porque eso nunca fue posible y además es muy perjudicial para uno mismo.
  • Las personas que continuamente están rodeadas de otros, ni mucho menos son más felices. Es más, a menudo demuestran que lo que realmente les resulta complicado es estar consigo mismas.
  • Si todos optásemos por una vida un poco más reflexiva y fundamentada, sin necesidad de tratar de convencer a nadie de que nosotros estamos en lo cierto (lo estemos o no), el mundo fluiría con mucha más naturalidad y nuestra vida sería mucho mejor…

Entre otras cosas porque algunos dejarían de ser actores permanentes, cuya vida es una obra que se mantiene intentando agradar al público que los rodea. O cuanto menos, salir indemnes de cualquier situación de la que deban responsabilizarse.

Conclusiones en los comentarios, por favor.

Abrazos,

Kheldar