A menudo me pregunto
Qué podría hacer para aliviar un poco El sufrimiento de los hombres Que es el mismo que el mío Un antiguo rumor de olas azules Que acompaña esta tierra Desde que serafines y titanes Asentaran sus bases con música y color.
La respuesta es escasa tan solo un balbuceo De lactante abrumado por un mundo Que se abre incomprensible Ofreciendo deleite y sinrazón. En ocasiones descubro parábolas que ofrezco, Algunas tardes soy capaz de volverme silencio, Otros amaneceres los tiño de versos Ó relatos nublados llenos de bosques y cascadas. Pese al empeño no consigo avanzar Y es esa grandísima debilidad La que convierte mi soledad en fuego Capaz de calentar y animar levemente al viajero Que se arrima al humilde cobijo donde yazgo.
Vinieron a por mi los jinetes enjaezados del emperador Anunciando a trompeta honor y privilegio Con regia invitación para ocupar un puesto merecido... Pero mis manos están siempre vacías Por mucho que me afane en atrapar el agua Que tanto necesito para aplacar esta sed inclemente.
Prefiero seguir al lado del camino En palacios y templos no hallé jamás El trino de los pájaros que aquí acompañan Ni el frescor refulgente que tras lluvia de abril Rasga el universo con arcos de colores. Por eso si me preguntas cómo salvar al mundo Volveré a abrir mi pecho y te regalaré un terceto: La flor de mi infinita levedad Que es todo lo que tengo. Vayámonos amigo a buscar por la senda Un rellano tranquilo en el que recordar Los infinitos mundos que habitamos Antes de que rasgáramos el velo Que en nuestras madres guarecía La ingravidez dorada donde cantábamos Al céfiro y al mistral sin conocerlos. Poema Breve. Salvador Casado
Me preguntaba el otro día un amigo cómo cambiaría el sistema sanitario y lo único que se me ocurrió fue escribirle un poema. Inexplicablemente sentí una gran alegría cuando se lo envié. No estoy seguro de si se debía a que la experiencia me ha regalado una visión más amplia con el paso de los años ó de que finalmente he acabado terriblemente trastornado. Lo que sí intuyo es que ante la máxima incertidumbre y complejidad son totalmente inoperativas nuestras armas habituales. No se derrotan gigantes con tenedores ni se derriban fuertes con cucharillas.
Las situaciones de transformación social, cultural, filosófica y relacional que vivimos nos han alcanzado como una tormenta en descampado. No podemos huir y estamos empapados. Muchos maldicen al cielo porfiando, otros patalean y la mayoría maldice su suerte. Cuando nos serenemos tal vez alguno recuerde que es posible caminar bajo la lluvia, que no pasa gran cosa y no nos derretimos. Finalmente caminando lo más probable es que terminemos hallando refugio o saliendo a algún claro. Si verdaderamente tienes deseo de claridad es preciso moverse y mi propuesta es hacia una evolución semántica, estética y creativa.
Cuando no conseguimos encontrar sentido en una situación esta nos obliga a cavilar ideas novedosas para acometerla por otros ángulos. El sustrato de ese movimiento cognitivo es el lenguaje y las palabras cuyos caminos son infinitos como nos ilustra el mito de la torre de Babel y nos recuerda Borges con sus jardines y bibliotecas inacabables. Sin embargo nuestro uso del lenguaje es presidiario. Damos vueltas al patio arrastrando una pesada bola del grillete. Cada vez empobrecemos más nuestra forma de comunicación al consumir contenidos televisivos ó de redes sociales escritos ó diseñados por individuos de corta y dudosa edad mental. Parece necesario urgir no solo a mejorar y acrisolar nuestro lenguaje sino a aprender otros nuevos y aplicarlos a nuestra cotidianidad. Atreverse a disfrutar de la lengua de los pájaros que inunda nuestras mañanas sin que nos demos cuenta, el lenguaje silente de las nubes que consigue acariciarnos el alma sin esfuerzo gracias a sus formas delicadas hechas con infinitas volutas de agua cristalina que en suspiros de cientos de toneladas sobrevuelan nuestras cabezas constantemente. Las posibilidades a nuestro alcance son realmente sorprendentes.
¿Qué ocurriría si cada cual aderezara su navegación vital por el proceloso mar de la incertidumbre con lenguaje musical ó poético? ¿Si regaláramos melodías y cuartetos a nuestros jefes ó compañeros de trabajo en lugar de quejas y exabruptos?
Hoy adolecemos de poetas y juglares que nos inspiren y ayuden en esta misión, no porque no existan sino porque permanecen invisibles tapados por toneladas de libros basura y música comercial de marca Acme. Una sociedad que prioriza las últimas novedades editoriales de Belén Esteban y Risto Mejide en lugar de las de Manuel Vilas ó Mircea Carterescu nos indica que está claramente abocada a la extinción. ¿Toda?, no, afortunadamente queda por algún lado una aldea de irremisibles galos que resiste al invasor descerebrado gracias a una poción mágica que combina semántica, estética y creatividad. No será necesario quemar Roma, bastará con que tú te tomes más en serio. Seas quien seas mereces una mirada nueva, y esa visión no te la pueden imponer, has de ser tú la que decida subir a la montaña y mire el horizonte. Para ascender te vendrán bien nuevos lenguajes que aporten más semántica a los que ya posees. Agradecerás una estética más generosa que no te obligue a desempolvar la guitarra y la melena pero te permita aderezar tus semanas de belleza y color dónde antes sólo veías asfalto ceniciento ó rutinas infames. También agradecerás recordar que el signo de toda evolución es la creatividad. Por eso me animo a compartir estas propuestas que tratan de abrir la caja de Pandora de tu capacidad creadora. No conozco revolución mayor que esta. Una idea nueva surge de una sinapsis emergente que sea puente entre dos conceptos antes separados por abismos. Basta una pequeña mutación para que el genoma proporcione una respuesta inteligible a algún acertijo de la vida abriendo la posibilidad a ese paso adelante que estamos esperando. Hace 70.000 años el homo sapiens vivió una revolución cognitiva que lo llevó más lejos de lo que ninguna especie había alcanzado. Consiguió salir de África y conquistar el mundo. Yo no te pediría tanto hoy. Basta con que nos atrevamos a ofrecer un soneto, una sonrisa, un buenos días. Basta con atrevernos a respirar hondo con más frecuencia y regresemos a menudo a un presente que no deberíamos habernos dejado arrebatar. Basta con que nos hagamos preguntas y juguemos a encontrar las respuestas.
Ahora puedo decir que lo tengo más claro, es posible transformar un desierto con versos y derribar una muralla con tercetos. Sin olvidarnos de las fórmulas matemáticas y las pruebas científicas que nos permitan diseñar el sistema de riego capaz de reverdecer la sequedad suprema y calcular el explosivo suficiente para volatilizar las resistencias más obscenas.
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