Cambiar los genes para mejorar el mundo

Por Jmmulet
Hoy traigo una reseña de un libro publicado recientemente por editorial milenio. El libro se titula: cambiar los genes para mejorar el mundo. y lleva el elocuente subtítulo de La ciencia al servicio de la humanidad. A diferencia de la mayoría de reseñas que he publicado en el blog, no se trata de un libro de ciencia, sino de un libro de científicos. Paul Christou fue el científico que desarrollo la técnica de transformación genética por disparo mientras trabajaba en la empresa americana Agracetus. está técnica sigue siendo la más utilizada para transformar cereales y es la que ha dado lugar a algunas de las variedades transgénicas de más éxito como la soja RR. Desde hace años se dedica a la investigación académica. Estuvo en el John Innes en Norwich (Inglaterra), en el instituto Fraunhofer en Alemania y desde el año 2004 dirige el laboratorio de Ingeniería Genética de la Universidad de Lleida, lo cual no deja de ser un orgullo ya que a pesar de la precaria situación de la ciencia, todavía somos capaces de atraer talento. Este libro no se centra en las investigaciones ni en los descubrimientos de su trayectoria científica, sino que narra las vidas de los 14 científicos que comparten proyectos y esfuerzos en el mencionado laboratorio. El tema de investigación, los proyectos que llevan a cabo no son más que un Mc Guffin, una excusa para lo que es el auténtico tema del libro, explicar por qué diferentes personas, de diferentes países, culturas y educaciónes, convergen en un espacio y en un lugar para dedicarse a la investigación en biotecnología vegetal, así encontramos a Paul Christou, chipriota que en Julio del 74 combatió contra la invasión turca de Chipre, su esposa Teresa Capell, hija y nieta de payeses que vio en la biotecnología vegetal una forma de continuar la tradición familiar y que además es autora de la ilustración de la portada, Ludovic Bassie, que empezó siendo cartero en la Costa Azul y ahora lleva a cabo proyectos de producción de fármacos en plantas transgénicas,  Changfu Zhu nacido en china, que después de trabajar por laboratorios de medio mundo (y aprender los idiomas de sus países de acogida) ahora esta insertando la ruta de biosíntesis de carotenoides en maíz y aprendiendo catalán, Shaista Naqvi, que no pudo ser cirujana por un error administrativo en su país Pakistán y que ha tenido que luchar contra los prejuicios que hay en su país hacia las mujeres y ahora contra los perjuicios en Europa hacia los transgénicos. Ariadna Peremartí, que pasó de licenciada en medicina a trabajar en biotecnología vegetal. Es muy interesante la parte en que los autores cuentan, en primera persona, que fue lo que les llevó a dedicarse a la ciencia, así la sudafricana Koreen Ramessar, que investiga la producción de fármacos contra el SIDA en plantas, se interesó por el proyecto entre otras cosas, a los miles de vidas que se cobra en su país natal, entre ellas la de una compañera de laboratorio, y su indignación cuando Greenpeace amenazó desde las páginas del diario local con destruir los campos experimentales donde cultivaba sus plantas, las conversaciones con su familia de Sonia Gómez Galera, con las que cualquiera que haya trabajado en el tema podrá identificarse. También podemos leer como la vocación por la ciencia de la moldava Svetlana Dashevskaya nació de unos libros de ciencia ficción para niños de Yan Larri, escritor popular en la antigua Unión Soviética. O como Dawei Yuan, hijo único por la política China de control de natalidad, encontró en la ciencia un refugio en su niñez y actualmente además de hacer sus tesis doctoral es un apreciado cocinero en las comidas de laboratorio. O como a la pamplonica Maite Sabalza fue "atrapada" por una charla del propio Paul en su clase. Gema Farré en cambio realiza la investigación cerca de su ciudad natal, lo que no impide que en el laboratorio hable frecuentemente en inglés, y que tenga que realizar parte de sus experimentos en el extranjero por la amenza que han proferido los grupos ecologistas sobre los campos experimentales. La colombiana Sol Maiam Rivera descubrió en Lleida que existían las estaciones y llegó a la biotecnología vegetal por la importancia de las plantas medicinales en su cultura natal, o Bruna Miralpeix, atleta y científica, que inasequible al desaliento ha sufrido, como todos que un proyecto no ha funcionado, y que sin rendirse, ha cambiado de proyecto para investigar anticancerígenos, impulsada por haber perdido a su hermana por esta enfermedad.

Por suerte en la universitat de Lleida hay gente más inteligente que el autor de estas pintadas


Un libro de lectura fácil y amena altamente recomendable. Los que ya se dedican a la investigación se sentirán identificados con alguna de las historias, los que quieran dedicarse a la investigación, en cualquier campo, o que todavía no se hayan decidido encontrarán argumentos más que suficientes y los que no tengan interés en la investigación o en la ciencia o solo una mínima curiosidad verán como es este mundo desde dentro, con una perspectiva que no tiene nada que ver con la que se da desde las película o los medios de comunicación. Recomiendo también su lectura a todos aquello que están en contra de la investigación en biotecnología vegetal,  que promueven acciones violentas contra campos experimentales, para que se den cuenta de cual puede ser la verdadera magnitud de sus actos y los graves perjuicios que ocasiona, no solo económicos.


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