Las arterias se van endureciendo con la edad. Este proceso se ve agravado por los ateromas, en los que desembocan la ateroesclerosis y las vetas de grasa reunidas en la pared del vaso sanguíneo. Pueden provocar una apoplejía o afecciones cardiacas.
Las células especializadas van muriendo en los distintos órganos del cuerpo, haciéndolo menos adaptable a los cambios bruscos y a las tensiones. Las células de todo el cuerpo van siendo sustituidas por un tejido inactivo de sostén.
Las células de la piel, del intestino y de la sangre continúan renovándose como siempre. Pero, con la edad, el tejido fibroso de la piel se altera de modo que ésta se arruga y pierde elasticidad. A menudo se cubre de manchas pigmentadas y la carne se magulla fácilmente, especialmente en el dorso de la mano. Los músculos se van desgastando lentamente, mientras pierden el tono. Los huesos se hacen más frágiles y delgados.
Muchas veces hay una disminución en la altura debido al adelgazamiento de los huesos y los cambios de postura. También el cerebro pierde células insustituibles. Lo que puede afectar a la fortaleza intelectual aunque, normalmente, solo afecta a la capacidad de recordar sucesos recientes.
La capacidad del cuerpo para adaptarse a la vejez poco a poco es notable. Cualquier persona mayor sana, al realizar ejercicio físico debería sentirse joven y ágil; solo realizando un esfuerzo fuerte debería notar la diferencia con los jóvenes.