Poco a poco nos fuimos preparando, aprovechando mis entrenamientos, sobre todo los de los fines de semana, no perdimos oportunidad para hacerlo juntos. Sábados y domingos ahí estaba siempre Rafita con su bici para acompañarme en mis tiradas más largas de la semana, alguna que otra salida juntos en bici también nos sirvió para ir preparando el reto que poco a poco iba tomando forma en nuestras cabezas. Frío, cansancio y lluvia no pudieron con su ilusión y siempre estuvo ahí para acompañarme.Y llegó el gran día, 10 de junio de 2017con no pocos nervios por lo duro del camino que teníamos por delante, iniciamos nuestra aventura a las 9:15 de la mañana.
Nuestra idea era hacer el camino en dos jornadas, la primera desde Gijón hasta Miyares de aproximadamente 47 kilómetros y una segunda hasta Covadonga de 31 kilómetros.
Continuamos ruta hacia Amandi, con paso lento pero firme fuimos pasando kilómetros, disfrutando de una buena conversación y con ganas de hacer nuestra primera parada más larga para descansar y reponer fuerzas. Llegamos así al bar Caso en Amandidonde unas buenas coca-colas bien frías y unos pinchos nos cargaron las pilas nuevamente. Rellenamos nuestras cantimploras en la fuente del peregrino y seguimos ruta pensando en nuestra nueva meta, el pueblo de Sietes.
Ese tramo no es especialmente sencillo para la bici y con los kilómetros previos acumulados y el intenso calor, decidimos continuar con menor ritmo y con frecuentes paradas para beber e hidratarnos, la llegada al pueblo de Breceña fue como entrar en el paraíso. Pensamos que debíamos “repostar” y fue ahí donde paramos a comer un buen bocata de lomo con queso “al fresquito” del bar y beber más agua de la que nunca pensamos que podríamos beber…
El cansancio hacía mella en nosotros pero teníamos todavía por delante unos 14 kilómetros que debíamos rematar. Seguimos ruta y poco a poco nos fuimos encontrando mejor, el descanso anterior fue verdaderamente reparador. Con buen ritmo llegamos a Sietes, nueva parada técnica para beber agua fría y continuar bajando luego rápidamente hacia Anayo, Borinesy llegando finalmente a Miyares. Varias horas de ruta, cansancio y mucho calor no habían podido con nosotros.
En Miyares nos esperaba Victoria, que regenta el Albergue La Figar de Miyares, un sitio estupendo en el que nos trataron como a Reyes. El albergue, por llamarlo así, es un viejo caserón de piedra con un par de siglos a sus espaldas, totalmente reformado, acogedor y muy cómodo y tranquilo.
Enseguida nos fuimos a la cama para descansar, al día siguiente quedaba batalla.Hoy domingo nos levantamos con mucho ánimo y después de un buen desayuno a las 8:15 de la mañana salimos rumbo a Covadonga. El pedaleo constante y con buen ritmo nos hizo pasar los primeros kilómetros “como si nada”, hasta Llames de Parres. Ahí con continuos sube y bajas más los kilómetros acumulados en las piernas, nos tocó nuevamente poner pie a tierra y empujar bici. De todas formas la idea de llegar a Cangas de Onís podía con todo.
Los últimos kilómetros antes de Cangas fueron otra vez muy fluidos y no negaré que llegar al pie del Puente Romano fue verdaderamente emocionante. Después de las fotos de rigor ya solo pensábamos en nuestra última etapa, llegar a Covadonga.
Se notaba que Rafa tenía mucha il
usión por llegar, el ritmo que llevaba era francamente bueno, incluso le tenía que ir diciendo que aflojase que aún quedaban kilómetros. Cuando llegamos al Repelao nuevas fotos con la Basílica al fondo y fuerzas renovadas para llegar hasta la Santa Cueva. Para que os hagáis una idea de cómo llegábamos, Rafa iba en la bici cantando el himno de Covadonga, no cabía en sí de gozo.Las últimas rampas antes de Covadongason muy duras así que le propuse a Rafa poner pie a tierra y llegar tranquilamente, pero se negó y siguió peleando hasta el final. Cuando nos bajamos de las bicis la emoción y el cansancio se nos vinieron encima, el reto estaba superado y con creces.De esta auténtica aventura que hemos vivido me quedo con varias cosas, pero la principal que aunque ya la conocía no sabía hasta qué punto, es la capacidad de resistencia de Rafita. No se quejó en ningún momento a pesar del fortísimo calor, la dificultad y dureza del recorrido. Siempre manteniendo una amena conversación, con buena cara y pensamiento positivo. Es mucho más fuerte de lo que me imaginaba y os aseguro que no es amor de padreEstos dos días juntos seguramente pasarán a formar parte de esos recuerdos que nunca se olvidan, orgulloso de mi hijo y espero que él también lo esté de su padre.
Para terminar y aunque hoy no he hablado de correr, me despediré como siempre diciendo que PROMETO ENTRENAR, sobre todo para poder afrontar otro reto que ya ronda nuestras cabezas. No habíamos llegado a Covadonga y Rafita ya me había hecho otra propuesta para hacer con María y Ángela, al menos habrá que intentarlo.