El viajero ha recorrido muchas veces la majestuosa estación de Canfranc y siempre le ha asaltado un hondo abatimiento, a caballo entre la melancolía y la indignación, a medida que ha ido contemplando su progresivo deterioro. De unos años a esta parte, afortunadamente, esa amarga sensación se ha esfumado, porque se ha acometido una ambiciosa remodelación que le ayudará a recobrar parte del esplendor perdido. Ya no será lo mismo, desde luego, porque los visitantes no podrán recorrer en soledad, como antes, ese vestíbulo alfombrado de legajos, ni curiosear en las antiguas taquillas de porte decimonónico, ni asomarse a los mostradores preñados de pequeñas historias cotidianas.
Estampa de otra época, sus andenes vacíos y sus edificios herrumbrosos han sido siempre todo un ejemplo de resistencia, la encomiable tenacidad del perdedor que se niega a doblar la rodilla. Cuando contemple sus inconfundibles techados de pizarra, piense que está ante todo un símbolo del Alto Aragón, la expresión de un anhelo colectivo: la ansiada reapertura de la línea ferroviaria que unía Francia con España, un proyecto eternamente aplazado sobre el que parece pender una sentencia de muerte que nadie se atreve a firmar.
http://www.viajesalpasado.com/canfranc-el-viaje-en-tren-del-oro-de-hitler-3/
Canfranc es el último pueblo español por la carretera que lleva desde Jaca hasta el túnel de Somport en la frontera francesa. Muy frecuentado en la temporada de esquí por la cercanía de las estaciones de Candanchú o Astún, es mucho más tranquilo en la época en el que el blanco de la nieve deja paso al verde de los pastos pirenaicos enlucidos por el agua del deshielo. Dividido en dos localidades, Canfranc pueblo, el núcleo primitivo de población, y Canfranc estación, surgido espontáneamente con el asentamiento de los trabajadores que construyeron la majestuosa Estación Internacional. Inaugurada en 1928 por el rey Alfonso XIII, dejó de utilizarse en 1970 para el tráfico transfronterizo de ferrocarriles. La estación es el símbolo del pueblo y sirvió para la huida desde Francia de cientos de judíos perseguidos por los nazis o para el paso del oro con el que Hitler pagó a Franco por el wolframio gallego que necesitaban los alemanes para blindar sus tanques. También fue un nido de espías: los oficiales de las SS celebraron fiestas en Canfranc con españolas que hicieron de correos para los aliados. No hay que perder la ocasión de viajar en el único tren que sigue funcionando, el «Canfranero», que hace la ruta desde Zaragoza, aunque el trayecto desde Jaca basta para admirar el increíble paisaje con escarpados desfiladeros y puentes asomándose al vacío.
http://www.larazon.es/noticia/8998-historia-leyenda-y-naturaleza-por-jesus-maria-pascual