CAP. 11 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Andanzas y tropezones de Dikembe Biyombo
Por Cqtc
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CAPÍTULO 11El señor del agua
Bajada de elpedroso.info
vueltas alrededor de la máquina infernal mientras un anciano le miraba aburrido y sentado en un murete. Veía caer el agua que venía en unas bolsas de cuero, cangilones sé que se llaman hoy, sobre unas tablas puestas en uve que la llevaban más allá de las tiendas, jaimas y pocas casas de adobe que cercaban la plaza a gran distancia, acaso debido al ruido. En su primer tramo un hombre montado a camello podía pasar por debajo de aquel armazón de madera sin agacharse. El pueblo, al menos, era curioso. Lo componían, como ya he dicho, tiendas de tuareg, otras más altas y lujosas, las jaimas, chozas y algunos edificios hechos con ladrillos de adobe. Estos últimos lejos de la plaza. También había sotechados donde distinguí animales de carga. Deduje, lógicamente, que era el agua lo que daba vida a aquella pequeña ciudad. Seguramente el primero que llegó supuso que el agua no iba a dar para mucho, y resultó que sí, que daba para muchos y mucho tiempo. Son las incongruencias del desierto. Por arriba ni una gota en años, por debajo ríos que nadie sabe donde van ni por donde se acercan a la arena. Egipto, para que te hagas una idea, está encima de ciento cincuenta mil kilómetros cúbicos de agua dulce subterránea. EnÁfrica hay agua, pero muy mal repartida, vertical y horizontalmente, ¿verdad? Bon, volvamos. Yo nunca había visto tantos hogares juntos y diferentes. Y en su centro la gran noria, Wahid la llamó así muy orgulloso, y añadió que trabajaba constantemente. Luego sabría que la jornada de trabajo de aquel burro, que daba vueltas, era de sol a sol. La rueda hacía tanto ruido como bien. Al dejarla atrás me volví y me paré porque dejé de oírla. Lo cierto es que no se oía otra cosa. Creí que me había quedado sordo, hasta que escuché la voz de mi amo. «Ese es el problema, Dikembe, el nivel del agua. Ése y que necesitamos todos los animales de tiro para trabajar. El agua y los camellos aquí son más importantes que cualquier individuo de la comunidad, aunque menos importáis vosotros, los extranjeros». No entendí la primera parte del comentario de Wahid, pero lo haría en breve. La segunda parte la interpreté en el sentido que yo, al ser extranjero, formaba parte de la capa más baja de aquella sociedad, por debajo de camellos, bueyes y burros. No tardamos en entrar un patio con tapias de adobe. Mi amo me encargó descargar y encargarme de los camellos. Señaló hacia una parte de la corraliza donde un caballo y otro camello, más viejo, se guardaban del sol bajo un techado de palmas que dejaban pasar rayos de sol a modo de los que instalamos en mi cuarto de baño, ¿te acuerdas? Sé que, a veces, mis comparaciones son un tanto absurdas, que juntan dos mundos dispares y paralelos. Me guía más el interés, cara a que me entiendas, que dejar huella en la literatura española. Y no te rías… Ya me has dicho más de una vez que mis metáforas son penosas. Lo serán, pero sé que me entiendes. Y en el fondo, y que me perdone la RAE, es de lo que se trata. ¿Qué más da cómo construir las frases, si las ideas son claras y se difunden sin dificultad? Bien está saber hablar, pero mejor está saber pensar, ¿no? Eh bien, c'est ça, mon ami. Aunque siempre habrá quien diga que van unidos. Incluso puede ser que para trasmitir un sentimiento, sobre todo, las palabras no sirvan y haya que recurrir a un gesto o a una caricia. Me acusas de afectivo cuando te abrazo todos los días que nos vemos y ¿qué coño haces tú cuando te ves a tus amigos en tu casa o en la suya? ¿Les sacas la lengua? Eh bien, c'est ça, mon ami. ¿Que más da decir “no puedo vivir sin ti” que “sin puedo ti no vivir yo”, si acabas la frase con una caricia o un beso en la mejilla? Perdona, parece que yo mismo, a falta de tus correcciones, me someto a análisis. Será que echo de menos tus filípicas y me enrollo solo entre tus ideas y las normas a seguir.Bajada de pinterest, Lady VM
Hamal(2JC), recién bautizado así, a nuestros monólogos, siempre y cuando pusiéramos tierra de por medio, mientras se descubría la farsa que había montado. Tenía prácticamente la noche entera para perderme. Si no volvería a ver a Mayifa. Muerte vista así no era tan incómoda en mi cabeza. Esperaba que los movimientos de la arena del desierto disiparan las huellas de aquellas bestias que en ese momento no me lo parecían tanto. De no ser por ellos… Sabía que dejaba atrás una vida tan cómoda como estéril para mí, entre otras cosas. Porque también dejaba atrás a Sinafasi y a la familia Okoye, a la que nunca pertenecí, ni pertenecería. Pero no me alegraba, aún tenía en la cabeza la tara que permite aceptar que una persona pertenezca a otra. Fue mucho más tarde, al convivir con vosotros y leídos muchos textos, gracias a ti, que erradiqué la esclavitud de lo deseable. Todavía recuerdo pasajes de El canto a mí mismo que me leías, antes de que yo supiera, una y otra vez como contrapunto a mis opiniones. Al principio, tu lectura me pareció otra forma de maltrato psicológico que tenía que sufrir para sobrevivir. Era el precio que debía pagar por tu comida y tu techo. Nunca te lo había comentado y, ahora, aprovecho tu lejanía para confesártelo. No siempre confié en ti, mon ami. ¡Ay qué a gusto me he quedado! Ya no siento el peso del secreto. A partir del momento en el que entendí el altruismo, he llevado esa carga que no me atrevía a revelar. No es que me sintiera un traidor o un desagradecido, pero me incomodaba no atreverme a contártelo. Sé que sabrás entenderlo, y más si te hago otra confidencia. Esa molestia me ha servido siempre de acicate para conseguir todo aquello que me proponías pensando en mi bien, tal como ir a la escuela, aprender español, leer un libro cada semana y comentarle, buscar trabajo, hacerme mi hueco en una sociedad que, aún hoy , no termino de entender como te pasa a ti según tus palabras. Y de estudiar una carrera, ni hablamos. Creo que esta digresión no te enfadará, también te digo que por hoy ya está bien de escribir. Las últimas palabras no son de relleno, mon ami, son el producto de abrir mi corazón más de lo que quizá se deba hacer ante un semejante. Pero te lo debía, como tantas otras cosas. Regodearse en sentir gratitud es una gozada. Es lo más alejado del odio y de la envidia, acaso los sentimientos más nocivos para quien los alberga. Yo los dejé por el camino y otros, por lo que leo en los periódicos y en Internet los han encontrado y alimentado, y de qué manera…