De cómo encontré otra abuela Mayifanos cientos de metros más y entraríamos en Salal, dejando sin pisar Tiré y Um Dukhun, al menos eso creo, porque ya sabes que he reconstruido el viaje mucho después sobre el papel. Y como entraba en las aldeas por donde nadie lo hacia, no sabía normalmente su nombre si no preguntaba. Y más de una vez, he salido de alguno sin saberlo. En cambio, en otras, donde decidía descansar un tiempo, sí me daba tiempo a conocer su denominación actual y hasta la anterior, porque algunas tenían una larga historia. Vida salpicada de conquistas y reconquistas en la que los aldeanos pintaban menos que nada. Llegamos a este pueblo con las alforjas vacías, no así el pellejo que había rellenado con agua de lluvia. Aunque decidí cambiarla porque al recogerla estaba un poco turbia por el golpe de las gotas sobre el polvo. Muchos miraban a Hamal con codicia, pero jamais me planteé comerciar con él. Estábamos tan unidos como un ciego con su lazarillo, fuera humano o cánido. Con la diferencia que, aunque yo fuera vidente, dependía más del mío que los invidentes del suyo. Si
CAP. 18 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Andanzas y tropezones de Dikembe Biyombo
Por Cqtc
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cabeza. «¿Y sabes qué es?». Negué con la cabeza. «Es el espíritu dulce de una muchacha dulce». Pensé que Thais se había vuelto loca, porque yo escuchaba música y no sabía cómo sonaban los espíritus, hasta que me preguntó si quería escuchar una vieja historia. Afirme otra vez con la cabeza y me la contó: «Dice la leyenda, que una delgada joven salió a pasear, y antes de intentar atravesar el curso de un riachuelo, se agachó para beber agua con las manos. Quiso Dios que en el momento que saciaba su sed, la rama de un árbol cayera y le golpeara la nuca. La mató. Al morir, su cuerpo se convirtió en el astil del berimbau, sus cabellos en la cuerda, su cabeza en la caja de resonancia, su corazón en el caxixi y su espíritu en la música que se oye cuando se toca este instrumento(2JC)». Y bajo estas palabras sí escuché un espíritu, era mi abuela Mayifa que volvía para contarme leyendas de sus antepasados.