De cómo ganarte 'amigos'
Imagino al Dikembe que escribe estas cartas como un anciano apóstata y utópico, partidario de la igualdad y ya tranquilo porque la acumulación de años, aparte de las canas, nos dota de serenidad. Como Muerte se hace visible, o si no la decadencia física y mental, los problemillas que antes nos parecían insalvables, al ser comparados con aquello que se acerca, nos obliga a darles menos importancia. Cuando la salud se alza como primera necesidad, al primer puesto de la escala de valores personales, la hemos cagado, como dirían los hijos de mi amigo José María. Y podrás tener el espíritu joven, pero la reuma ataca tanto a las piernas como al ánimo. El dolor y la enfermedad nos despreocupan hasta de la falta de recursos económicos. Nos sacamos la muela sí o sí, cueste el precio que cueste. ¿O no? Pues eso, mon ami, como escribiría nuestro amigo. Que desde la atalaya de la tercera o cuarta o quinta edad, las cosas se ven de otra manera, e incluso llegamos al convencimiento de que lo único que importa en el mundo somos nosotros mismos, como les pasa a los niños. Como nuestro protagonista, no sé de puntos y aparte, como veréis, pero no quiero omitir un detalle curioso sobre esta carta en particular. La primera vez que la desdoblé, la única sin sobre y que me costó encajar entre las demás, cayó al suelo un trozo papel, una nota escrita con la misma letra de Dikembe y firmado por él. Por supuesto, esta separata no pude encajarla en el tiempo ni interpretarla, salvo que imagine, sin esfuerzo alguno, que la escribió para mandar un regalo a mi amigo, en particular un libro, porque así parece decirlo el texto del mensaje: “En este libro, como en cualquier otro, hay verdades que son mentira y viceversa. No dejes de leerlo, tú que sabes, porque si no lo haces dejarás unos huecos en tu alma que nunca rellenarás con nada, además de encontrar tu propia verdad”. A mí, por pura curiosidad, me hubiera gustado descubrir de qué libro se trataba, pero no lo conseguí. Y no es que el hecho de leer nos haga ni más ni menos que los demás, pero nos permite descubrir otras opiniones, otras vivencias, otros lugares, otras culturas. En definitiva nos permite vivir otras vidas dispares a la nuestra y tan ricas como ella. Cualquier texto que lees ocupa un hueco que antes no tenías en tus recuerdos. Y cuantos más recuerdos tiene una persona es que ha vivido más. Siempre defenderé la lectura, no como un ocio, sino como un enriquecimiento de la persona.
(1VG) [↑][Volver] El párrafo que a continuación reproduzco tiene que ver con la 6ª, 7ª y 8ª acepción que podemos encontrar en la entrada dueña del DRAE. La negrita es mía. «Unos personajes que dieron mucho que hacer a D. Quijote y a Sancho fueron las dueñas; son difícilmente concebibles en el mundo actual. Su misión era multifacética, por lo que leemos en la obra de Cervantes. El estado civil de las dueñas era diverso: así tenemos que «dueña» era lo mismo que señora, y, antiguamente, significaba mujer principal casada. Se deriva ese vocablo del latino ‘domina’, transformado más tarde en ‘donna’ y, finalmente, en Doña y dueña. Por otra parte, se llamaba también dueña a la mujer no doncella y a las señoras viudas y de respeto que vivían en palacio y en las casas de los nobles, para guarda de las demás criadas, y como autoridad en las antesalas. Se vestían de negro, con unas tocas blancas que, pendiendo de la cabeza, rodeaban el rostro, se unían debajo de la barbilla, se prendían en los hombros y, finalmente, descendían hasta la mitad de la falda. También llevaban un manto negro prendido en los hombros. Las ‘amas de llaves’ que después hemos conocido son, en cuanto a la función que desempeñaban -todavía subsisten algunas- lo más parecido a aquellas severas y envaradas dueñas; aunque, eso si, suprimidos los lúgubres ropajes negros y las complicadas e incómodas tocas. Existían también las denominadas ‘dueñas de retrete’. Eran dueñasde segunda clase que, a diferencia de las principales, cuidaban de las puertas del retrete. En casa de los grandes señores había una versión equivalente que eran las ‘dueñas de medias tocas’». Fuente: Revista de Folclore, número 114 de fecha de 1990, Usos y costumbres en El Quijote, Manuel López Isunza. Encontrado aquí. (2VG) [↑][Volver] ¡Quieto! ¡Adelante!, respectivamente en francés.
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