Allá por el siglo XVII Perrault fue el primero en recoger su propia versión de la pequeña Caperucita, lo hizo en un libro junto a otros tantos cuentos que hasta entonces se habían transmitido de forma oral de generación en generación por gran parte de Europa. La historia pronto destacó entre las demás por ser más oscura y cruel de lo que la mayoría de cuentos de hadas solía ser, y es que el peligroso encontronazo que sufre la niña con el lobo feroz, lejos del seguro y familiar pueblo, tiene como clara moraleja prevenir ante posibles relaciones con desconocidos. Poco más de un siglo después serían los ilustres hermanos Grimm quienes reescribirían su propia versión de la historia: una más inocente y destinada a un público más infantil que es, sin duda, la que ha llegado a nuestros días.
La historia posee los elementos clave del momento: magia, tríos amorosos y criaturas fantásticas, ya que el lobo que todos recordamos pasa de ser un simple animal, inteligente y cruel, a un moderno hombre lobo de tamaño gigantesco, inscribiéndose así en las últimas tendencias. La licantropía le otorga el poder de acechar desde lo humano, convirtiendo de esta manera a cada personaje en un posible sospechoso, reservando el misterio hasta el final.
Muchos son los cuentos de nuestra infancia de los que a estas alturas se ha sacado su propia versión cinematográfica, muchas veces en dibujos animados. Su éxito está asegurado, dado que generan curiosidad en un público que conoce sus argumentos desde pequeños, y por eso no es de extrañar que se siga empleando esta fórmula para llenar las salas de cine. Cuando la imaginación escasea, nada viene mejor que un poco de sabiduría popular.