Glophy había estado observando la escena escondido en una pequeña abertura del terreno. Sabía que MRous le seguía, era demasiado tenaz y decidida como para quedarse esperando de brazos cruzados así que había procurado ponérselo difícil, sin embargo no conseguía despistarla. Le seguía....la sentía..corriendo tras sus huellas. Saboreó el momento del reencuentro
-Buena chica- sonrió para sus adentros por su suerte. Encontrarla era justo lo que necesitaba para dejar los complicados juegos que habían presidido su vida y centrarse en lo esencial. Siempre había tenido mano para las cuestiones del azar. Una vez más la diosa fortuna estaba de su lado en el nada fácil terreno del amor.
Llevaba rato caminando y no parecía llegar a ningún sitio. Dichosa Isla de las narices, parecía más pequeña sobre el papel.
Alex se dobló apoyándose en las rodillas para tomar aire. Empezó a estirarse mientras pensaba en la cara que pondría Allure al verle aparecer por el pabellón. Sabía que la sorpresa dejaría paso a la duda sobre sus intenciones pero que, finalmente, luciría su sonrisa en todo su esplendor. Allure no podía estar mucho tiempo enfadada y él ya la había estudiado lo suficiente como para saber por dónde atacar: las cosquillas, sencillo pero infalible. Se sintió vencedor.
Divisó a alguien más en el camino. Un guardián? La figura le resultó familiar. Glophy!, su nombre estuvo a punto de escapársele de los labios. Pero qué estaba haciendo allí? y solo! no podía haber planeado un atqque en solitario. Únicamente encontró una explicación: otro enamorado.
Se sentó en el suelo apoyándose en una roca recubierta de un mullido musgo mientras se tapaba la cara con una mano, reprimió la risa. Habian sido enviados para ser la avanzadilla de una guerra y la Isla les estaba ganando la partida. No sólo habían olvidado su misión, es que se habían pasado al "enemigo"! y todo ello le producía una satisfacción enorme. Se estiró antes de incorporarse y seguir los pasos del otro explorador.
No creía que a Orzuk le hiciera tanta gracia pero quién sabe...quizás la Isla también tuviera una sorpresa para ese viejo loco.
Sir Gerard tembló al entrar en el Pabellón, en su cabeza resonó un grito pero no porque lo captaran sus oidos. Era un grito que venía de su propio interior...aunque no fuera suyo.
-Qué te ocurre Gerard?- Sir Clive fijó sus enormes ojos claros en su amigo
-No es nada, entremos y demos las instrucciones necesarias
Clive le cogió por el brazo para retenerle-
-Estás seguro?
Gerard asintió y posó su mano sobre la de Clive
-Tranquilo amigo.
Sir Clive sabía lo que estaba pasando, podía percibirlo. Todos los Guardianes tenían afinados sus sentidos por encima de los de un simple humano pero siempre había un sentido que destacaba sobre los demás. En su caso, como Guardián de la sabiduría de Jatte, el sentido más desarrollado era el sexto. Por algo su segundo nombre era precisamente Sixto.
Ese sentido estaba emitiendo una señal inconfundible, Ethan estaba cerca y no faltaba mucho para que se produjera el encuentro entre hermanos.
To be continued....
Rosemunde Lovelace