Avanzaban erguidas, poderosas, como si fueran una aparición.
Los hombres de Orzuk giraron sus cabezas lentamente, como movidos por una especie de electricidad, y las vieron. No podían dejar de mirar su luz, una procesión de brillantes presencias con forma femenina.
Se restregaron los ojos, algunos pensaban que estaban soñando, otros no ponían borrar la expresión de asombro de sus caras. Hubo quien hincó rodilla en tierra en una especie de reverencia, embargado por el hechizo.
La Reina miró hacia atrás y pudo ver a todas sus ladys, sonrió satisfecha, la pistola no iba a ser necesaria pero era un pequeño truco disuasorio. La sacó y dejó que fuera una prolongación despreocupada de su mano.
Algunos de los hombres, vieron como refulgía el arma pero no parecieron preocupados, no conseguían apartar su vista de ellas y eso ocupaba hasta el último resquicio de su mente y de su voluntad.
En el barco más grande, reposando en una austera silla de fuerte madera de roble Orzuk se revolvió. Notó un pequeño picotazo que asoció a un mosquito, las noches tibias les atraían. Algo en su interior le decía que se estaba engañando. Gruñó algo ininteligible y se levantó para acercarse a las escotillas de su camarote.
-Pero qué demonios hacen esos pasmarotes?- dijo mientras empequeñecía los ojos para intentar ver con más nitidez las figuras de sus hombres convertidos en figuritas de un belén.
Una capa verde ondeando al viento le trajo recuerdos. La vió desprenderse de la capa y entrar en el agua con el vestido rojo llameante y la corona, dejando clara su posición. Desafiante.
To be continued....
Rosemunde Lovelace