El Carbonífero es el período en el que las grandes plantas evolucionaron y se diversificaron: helechos arbóreos, colas de caballo gigantes y gigantes licopodios (conocidos popularmente como pinos de tierra) dominaban las zonas pantanosas tropicales, como el Lepidodendron ('árbol escamoso').
Insectos gigantes
Los primeros ecosistemas terrestres fueron los pantanos del Carbonífero, que aparecieron cerca de las costas que pertenecían a lo que tiempo después serían Europa y Norteamérica (que se encontraban en la zona ecuatorial) debido a una bajada en el nivel del mar. Allí, entre los enormes árboles y un suelo cubierto de helechos y equisetos, vivían todo tipo de invertebrados que crecieron hasta tamaños nunca vistos (y que jamás se volverían a ver). Encontrar insectos fosilizados del tamaño de una moto fue algo sorprendente. Eso debieron sentir los mineros del pequeño pueblo inglés de Bolsover cuando en 1979 se encontraron un fósil imposible: una libélula con una envergadura de alas de medio metro.
El fin de una era
Las plantas eran un excelente alimento (un Arthopleura podía consumir una tonelada de helechos al año) y las plantas tuvieron que buscar una forma de defenderse: la corteza de lignina y la celulosa. La lignina es muy dura y resistente, insoluble en el agua y como por entonces no había ningún hongo o bacteria capaz de descomponerlo, era la defensa perfecta para los árboles del Carbonífero. Algo parecido ocurrió con la celulosa de las primitivas hojas y tallos. Esta innovación evolutiva tuvo una consecuencia inesperada: los árboles muertos no se pudrían y quedaban sepultados en el subsuelo o en el fondo los pantanos, por lo que el carbono absorbido de la atmósfera no se devolvía a la misma. ¿Consecuencia? Una caída de la concentración de dióxido de carbono atmosférico y un aumento de los niveles de oxígeno hasta rondar el 30%. Este hecho tuvo un gran impacto en el mundo animal, pues permitió que alcanzaran tamaños nunca jamás vistos: los insectos actuales tienen un límite natural de crecimiento pues si se hacen más grandes no pueden conseguir el oxígeno suficiente para sus cuerpos. El exceso de oxígeno se podía difundir de manera natural a través de los espiráculos (sus orificios respiratorios) y, por tanto, aumentar su tamaño. Claro que el aumento de oxígeno también llevó aparejada la aparición de un fenómeno nuevo, los incendios forestales provocados por los rayos, lo que obligó a las plantas a desarrollar estrategias para regenerarse con rapidez cuando el fuego se extinguía.
Pero en la tierra nada dura eternamente, y hace unos 395 millones de años cambió el clima y los bosques del Carbonífero colapsaron. Nadie sabe porqué sucedió, pero el clima se tornó mucho más frío y seco y las que fueran grandes selvas quedaron reducidas a la mínima expresión, con grandes desiertos entre ellas. Licopodios y equisetos, hasta entonces dominantes, vieron como casi todos los miembros de sus géneros desaparecían al igual que los insectos y anfibios gigantes. Pero también hubo sus ganadores: las plantas con semillas y los el reptiles, mucho mejor adaptados al nuevo tipo de ecosistema que traía el Pérmico.