Elena F. Guiral
La razón estrangulada. Lectura recomendada por mi tutor para toda doctoranda que analice la situación del periodismo científico en España. Lectura, larga, densa y polémica que estuve a punto de abandonar en la página 170 tras leer esta cita textual de su autor: “La licenciatura de periodismo (1994-1997) la empecé como hobby cuando ya había aprobado las oposiciones a profesor de secundaria. Las veinticinco asignaturas las hice en tres años en los que compaginé los estudios de periodismo con mi trabajo a tiempo completo como profesor de física y química de instituto”. Y aquí, otra bonita perla: “En conjunto, recuerdo la carrera de periodismo como una diversión, en la que estudié un poquito, aprendí algo y me sorprendí mucho cuando comprobé que el diploma de Licenciado era exactamente igual al de Químicas.
Según el autor lo hicimos para hacernos famosos y trabajar como comentaristas en los programas del corazón. O porque nunca nos vimos con la suficiente inteligencia y capacidad para estudiar una licenciatura de Ciencias. Vale. No puedo representar a todos mis compañeros, del pasado, del presente o del futuro de la profesión, pero particularmente elegí estudiar Ciencias de la Información porque sabía que ésta era la profesión que me iba a hacer feliz. Y desde luego, ni rica ni famosa, eso siempre lo tuve más que claro.
El caso es que tras leer estos comentarios decidí que no merecía la pena seguir leyendo a alguien que tenía como afición utilizar las páginas de un ensayo para demostrarle al mundo su impresonante coeficiente intelectual y cerré el libro. Pero tras unos días de nuevo me pudo la curiosidad, porque lo cierto es que algunas de las reflexiones eran ciertamente interesantes y decidí hacer caso a un consejo que me dio mi abuela cuando era niña “De todo el mundo se puede aprender algo interesante” y acabar su lectura.
Y bien, como decía al principio La razón estrangulada, se trata de un libro largo, denso y lleno de reflexiones intrépidas, unas acertadas y otras no, según mi criterio. Me centraré en las que considero más interesantes.
Uno de los ejes de su libro es analizar, en mi opinión de forma simplista y poco acertada por qué hay más alumnos que cursan estudios de Comunicación que de Ciencias Puras. El otro, analizar el declive de la Ciencia en la cultura occidental, expuesto de forma mucho más interesante.
Elías explica en su libro que una de las causas de ese escaso papel de la ciencia en ámbitos gubernamentales, es que “el científico se aleja del poder político, económico o mediático porque cree que trabaja en algo que es una verdad absoluta”. Se trata de una afirmación con la que estoy de acuerdo, y está imbricada en la imagen que los científicos tienen que proyectar sobre sí mismos, como seres alejados de las guerras de guerrilla que tienen lugar en la política. Sin embargo, ese aislamiento les deja lejos de los centros de poder y en época de vacas flacas, como la que nos está tocando vivir en España hace que los recursos para Ciencia se vean seriamente recortados.
Carlos Elías tampoco apuesta demasiado por hacer la divertida y amena la divulgación científica “¿Por qué no se hace divertido el derecho? ¿O la medicina?”. “La divulgación mata el hambre repentina, pero como la comida basura, jamás nutre”, afirma. La ciencia tiene que ser explicada de forma atractiva para el público general porque la ciencia es algo que está presente a cada minuto en nuestras vidas y todos tenemos derecho a asomarnos al mundo en el que vivimos aunque no tengamos la preparación académica que nos permita entender al 100% el lenguaje científico.
La ciencia en España no está viviendo momentos fáciles en un contexto complejo, con importantes recortes en los presupuestos del Estado. Sin embargo, no pienso que haya falta de vocaciones entre los más jóvenes ni falta de interés en nuestra sociedad, más bien al contrario. Jamás la ciencia ha contado con tantas vías de intercambio de información gracias a las redes sociales y tanta pasión por divulgar entre los jóvenes científicos.
La revista Journal of Feelsynapsis, publicada on line de forma gratuita por un grupo de jóvenes científicos es un ejemplo perfecto. Son nuestros gestores los que no está cumpliendo con su obligación y están hipotecando nuestro futuro. Y visiones tan pesimistas como la de Carlos Elías solo contribuyen a minar un poquito más la autoestima de miles de mentes brillantes y comprometidas.