LA HISTORIA DE CUATRO DEPORTISTAS QUE PERECIERON EN EL FAMOSO CAMPO DE EXTERMINIO NAZI
Enrique Bernaola
El campo de concentración nazi fue testigo de miles de víctimas entre las que se encontraba personas de cualquier edad, sexo, nacionalidad y profesión. El mundo del deporte no pasó desapercibido en una de las mayores atrocidades de la historia.
Este miércoles se celebra el Día Internacional de Conmemoración de las Víctimas del Holocausto nazi. En terrible exterminio se cobró millones de víctimas de numerosas nacionalidades y profesiones. Ésta es la historia de cuatro deportistas que perecieron en el campo de concentración más conocido de todos, el de Auschwitz.
Julius Hirsch fue un futbolista judío alemán que defendió durante su juventud los colores de su selección. Su primer equipo fue el Karlsruher FV, con el que debutó a la edad de 17 años. Sus goles como volante zurdo hicieron a su equipo llegar a la final del Deutsche Meisterschaft (el título nacional), donde ganaron al Holstein Kiel.
Su juego le convirtió en uno de los mejores futbolistas alemanes de principio de siglo pero su carrera se vio truncada por la Primera Guerra Mundial, que le obligó a alistarse en el ejército. Cuando regresó al mundo del fútbol lo hizo como entrenador, pero su carrera terminó cuando en 1933 comenzaba la ‘caza al judío’. Los principales equipos del país debían expulsar de sus filas a todos los judíos y Hirsch no fue una excepción. Es por eso que decidió mandar una carta al que era su equipo, el Karlsruher, para protestar por tan injusta decisión.
“El amor que le tenía a este equipo al que he pertenecido desde 1902 ha desaparecido radicalmente. Quiero que quede claro el daño que nos está haciendo la nación alemana a un conjunto de personas decentes que hemos demostrado nuestro cariño a este país, incluso dando nuestra sangre por él”, rezaba la carta. Tras años intentando escapar, las garras de las SS lograron dar con él y lo destinaron a Auschwitz, donde murió a manos de aquellos que habían vibrado con sus goles.
Pero hubo otros deportes que también sufrieron la barbarie de la guerra. Especialmente conmovedora fue la historia del boxeador judío Salamo Arouch. Nacido en Grecia, Arouch llegó a ser uno de los mejores púgiles de la época, pero, con tan sólo 20 años, él y su familia fueron víctimas de la ocupación nazi y conducidos hasta el mismo campo de concentración. Sin embargo, la historia de Arouch resultó ser una historia de superación.
Los oficiales al mando de Auschwitz sabían de sus dotes con los puños y le utilizaron para su diversión creando combates entre él y otros prisioneros. El que perdía, moría. Se estima que llegó a ganar hasta 200 combates. Pero no sólo logró sobrevivir, sino que además formó parte de la resistencia al colocar un explosivo en uno de los hornos crematorios del campo que hizo retrasar las brutales técnicas de destrucción de los nazis. Afortunadamente, Arouch, que fue apaleado e interrogado por su acto de rebeldía, se libró de ser asesinado ya que antes llegó el final de la guerra y, con ella, su liberación.
Peor suerte corrió el atleta Jósef Noji. Este deportista polaco era considerado uno de los mejores atletas de su país y participó en los Juegos Olímpicos de 1936, además del Campeonato de Europa de París en 1938. Campeón de Polonia en los 5.000 y 10.000 metros, eso no le libró de ser perseguido por ser judío y además formar parte de la resistencia. Después de pasar un año en la cárcel de Varsovia, Noji fue trasladado a Auschwitz y murió asesinado en 1943 por tratar de pasar una carta de contrabando.
Otro terrible caso es el de Estella Agsteribbe, una gimnasta holandesa que había logrado ganar la medalla de oro como miembro del equipo de su país en los Juegos Olímpicos de 1928 disputados en su Amsterdam natal. Ella fue una de las miles de mujeres que fueron arrestadas por ser judía y, junto con su marido y sus dos hijos, fue asesinada en Auschwitz en 1943.
Pero ésta es sólo la historia de cuatro deportistas de los millones de personas que fallecieron en Auschwitz y en otros campos de concentración. El recuerdo de todos ellos sigue presente en nuestra memoria en un día como hoy, un día que ninguno hubiéramos querido señalar en el calendario.
(enrique.bernaola@marca.com)