Cartas de amor para nuestros personajes en San Valentín - Actualidad - Especial San Valentín 2011

Por Eltiramilla

Hoy es San Valentín, día de exaltación del amor, y nosotros hemos querido celebrarlo como siempre, a nuestra manera. Disfrutad de nuestras cartas de amor.

Alba escribe a Patch

Patch, Patch, Patch…
Qué malo eres. Perverso, cínico, tierno a veces como el pan recién hecho y chorreando sarcasmo por todos tus malignos poros. Dicen que tu pelo negro y tez morena te dan una apariencia muy típicamente española, que de tu espalda llena de feas cicatrices en uve parece que vayan a surgir unas alas poderosas, que tu habilidad mental para comunicarte sin palabras asusta y que eres más guapo que el diablo y tan tentador como él. Tampoco olvido tu sensualidad, que a veces me hace el cuerpo agua. Cuando te acercas a ella por detrás, le retiras el pelo del cuello con tanta suavidad, le soplas con tu aliento calentito y luego le acercas tus labios… Ay. Dichoso San Valentín, que me vuelve más sensiblona de lo normal. Pero, caramba, tú eres mucho tú: ángel y demonio, todo a una porque no te decides, envuelto en un halo de misterio sin fecha de caducidad y con una ristra de enemigos a tus espaldas contra los que cargas con una violencia avasalladora. Eres sexy, oscuro, fiel y tormentoso; tienes una lengua de fuego y una mirada profunda de pozo negro, un cuerpo fantástico apto para ser comido y un cerebro privilegiado. Sigue con ella, porque no te necesito, pero continúa con tu espectáculo, del que beberé sedienta.

Carolina escribe a Balthazar

Querido Balthazar, no voy a decirte quién soy, no hay motivo para que lo sepas, tú y yo estamos en mundos tan diferentes que difícilmente podrán unirse. Aunque los dos sabemos que algunos lo han intentado antes, no hace falta que te hable de la historia de Bianca y Lucas, tú les conoces mejor que yo. Sé desde hace tiempo tu secreto, que eres un vampiro, pero está a salvo conmigo. Lo que de verdad me importa es cómo eres, cómo ayudas a cualquiera que te lo pida, cómo antepones los sentimientos y los deseos de los demás a los tuyos propios. Nunca había conocido a una persona tan amable y desprendida como tú, un verdadero caballero; aunque, claro, supongo que tienes ventaja sobre todos los demás chicos de ahora, pues haber nacido en el siglo XVII debe de ayudar algo. Sólo te pido que abras los ojos al mundo: aunque tú no lo creas, todavía puede sorprenderte. Yo podría enseñarte a vivir en el siglo XXI, a manejarte con las nuevas tecnologías, a moverte entre los humanos sin que estos sospechen ni por un instante de ti. Cojamos un coche y vayámonos a dar la vuelta al mundo, lejos de la academia Medianoche, lejos de las reglas y de los prejuicios. ¿Qué quiero a cambio? Nada y todo a la vez, ser tu amiga y que confíes en mí; de momento con eso me basta y, quizá más adelante, quién sabe, tal vez quieras compartir tu vida conmigo, a lo mejor la eternidad…

Cristina escribe a Link

Pasota, vago, sencillo y sin sex appeal;
un chico en el que nadie se fijaría.
Así eres, Link.
Tu vestimenta es terrible; tu música, peor.
Y por mucho que lo intentes
te pierdes cuando hablas de amor.
Pero también eres generoso,
puro, amigo de sus amigos, bueno.
Sabes escuchar, no te dejas llevar por los demás
y luchas hasta el final para conseguir lo que quieres.
No necesitas el cuerpo de un atleta ni el valor de un héroe,
ni siquiera la labia del tipo más encantador:
tus silencios valen más que cualquier declaración de amor.

¿Me dejas ser tu chica de la piruleta?

Eduardo escribe a Sam

¿Cómo expresarte mis sentimientos, ahora que miras con esos dorados ojos llenos de ternura a otro rostro que no es el mío? ¿Cómo podría ser capaz de ser lo suficientemente valiente para descubrirte mi existencia, justo ahora que en la lejanía te veo sonreír por primera vez? ¿Cómo podría hacerte saber cuán importante eres para mí, cuando ni siquiera existo para ti…? Tal vez estas humildes letras vacías no puedan transmitirte nada, pero quizá, sólo quizá, el hecho de renunciar a ti, aun cuando nunca has sido mío, te ayude a hacerte una idea de lo que soy capaz de hacer por ti; y créeme, sufro intensamente al saber que debo dejarte marchar, ya que es obvio que en tu corazón no tengo lugar. No obstante, no debes preocuparte, porque ahora desapareceré para siempre, como la suave brisa invernal, y me olvidarás entre una montaña de partituras arrugadas de tus canciones de amor. Pero no importan el frío o el calor, tampoco si ya has descubierto quién soy o no… Tienes que tener claro que a pesar de la lejanía que nos separa, yo siempre estaré a tu lado.

Héctor escribe a Arya

Arya, probablemente nunca recibas esta carta, lo que me lleva a ser más sincero contigo de lo que sería conveniente. Tu rebeldía me fascina, eres capaz de contravenir los deseos de cuantos te aprecian, incluida tu madre, pese a que conoces las posibles consecuencias, y todo por una causa tan noble y arriesgada como la liberación del mundo de las garras de la opresión. Posees unos principios que resultan inamovibles, aunque mantenerte fiel a ellos vaya en contra de tus propios anhelos y sentimientos. Bajo tu dureza aparente se atisba un ser muy sensible que sufre tanto con los animales como con los bosques, lo que provoca la necesidad de protegerte, pese a que es un objetivo que se encuentra totalmente fuera de mi alcance. No eres consciente del efecto que causas en las personas que caminan a tu alrededor: hombres y mujeres aspiran a ser tan valientes como tú, a que les desveles los secretos de tu belleza o la compartas con ellos. No uses tu largo pelo azabache como máscara, lo único que consigues es llamar aún más la atención sobre tu rostro, algo que no resulta nada complicado. Tan sólo me queda despedirme de ti, esperando que la carta de este enamorado algún día llegue a su destino y sea leída al menos con un poco de cariño. Atra nosu waisé fricai.

Tony escribe a Elphaba

Estimada Elphaba Thropp, todos me dicen que estoy loco cuando les comento lo que siento por usted. “¡Es verde!”, exclaman. Exactamente igual que usted el primer día en el que le dije que la amaba: “¡Pero si soy verde!”, fueron exactamente sus palabras. Y yo digo: ¿qué más da que usted sea verde? No es en ello en lo que me fijo. Lo importante, lo realmente importante, es lo que guarda en su corazón. Todavía puedo recordar cómo durante su estancia en Shiz luchó por los derechos de los animales parlantes, cómo investigó la muerte del Doctor Dillamond. El señor Fiyero tuvo suerte de haber podido conocerla. A él tampoco le importó el color de su piel, Elphaba, y sólo pido una oportunidad como la que él tuvo. Juntos podríamos ser más fuertes y conseguir esos derechos que los animales parlantes merecen. Juntos podríamos ser realmente felices. Usted es buena, digan lo que digan los demás. Se rumorea que el Mago ha enviado a esa tal Dorothy de Kansas a buscarla y pronto llegará al castillo. Sí, la misma Dorothy que mató a su querida hermana, la señorita Nessarose, al aplastarla con su casa. No debe dejar que la niña le haga daño también a usted. Algún día el Mago caerá y entonces nuestra maravillosa tierra de Oz podrá tener en el gobierno a quien de verdad necesita: a alguien como usted. Por favor, déjeme formar parte de su vida, Elphaba.

Virginia escribe a Jace

¿Crees en el amor a primera vista o tendré que volver a pasar otra vez?
Ahora en serio, siéntate y ponte cómodo, porque ha llegado el momento de subirte un poco el ego; si es que eso es posible, claro. Menos mal que toda esa pose de autocomplacencia para nada disimulada es en gran medida una fachada que esconde una parte encantadora y sensible. Y esa mezcla es lo que me encanta. Tus comentarios mordaces, tu ingenio y chulería me han provocado más de una sonrisa, casi tantas como ganas de arrancarte la cabeza. Una, que es humana. Pero después esbozas esa sonrisa tuya, descarada y seductora, que me desarma y me hace olvidar hasta de cómo me llamo, provocándome ganas de arrancarte la ropa a bocados… Quiero decir, de achucharte amorosamente entre mis brazos. Todo muy puro, que se supone que esto es una carta de amor y debería estar diciéndote cosas bonitas. Algo así como… la lengua es un músculo, ¿echamos un pulso?
Vale, menuda carta la mía, está claro que esto no es lo mío, suerte que mi finalidad no era conquistarte. Aunque espero, al menos, que hayas sonreído. Acabaré entonces resumiendo con un simple… Jace, me vuelves loca. Y punto en boca.