Casa Fermín, para mi que soy de Oviedo, no era más que un cartel con el que llevaba toda la vida cruzándome bajo el Hotel Principado, situado al lado del desaparecido Logos en la calle San Francisco, de camino a la Catedral y frente a la Antigua Facultad de Derecho, pero jamás había oído hablar nada de este restaurante, regentado por Luis Alberto Martínez y su mujer María Jesús Gil (ambos al pie del cañón, un día como la víspera de San Mateo).
Es un restaurante amplio, con entrada de madera pero la decoración interior moderna y minimalista (al menos en la zona a pie de calle; tienen restaurante también en la parte inferior). Esta decoración contrasta con la imagen que tenía yo en mi cabeza de cómo sería el restaurante, a partir del cartel con el que me había cruzado yo a lo largo de mi vida.
También la carta me sorprendió. Imaginaba platos más tradicionales La carta consta de entradas, carnes y pescados y un menú degustación. Como habitualmente, optamos por esta última opción. Los platitos son "platitos asturianos", es decir, bastante más que un bocado y nos costó acabar el menú:
- Sardina en escabeche con guacamole y huevas de arenque: Frescas y muy ricas
- Croqueta cremosa de jamón ibérico: Cremosas cremosas, como solo en Asturias saben hacerlas...
- Caramelo de morcilla. Y hasta aquí lo que llaman aperitivos
- Ostra escabechada con fruta de la pasión y agua de mar: Rico rico, sabor a mar puro.
- Taco de salmón ahumado con yogur, aceite de vainilla y germinados: preciosa presentación y excelente salmón ahumado (soy fan incondicional de este plato).
- Sopa de tomate con helado de aceite de oliva: Excelente y original combinación. Tal vez el plato excesivo (en volumen) para ser un menú degustación. Podría ser un primero de un menú tradicional en toda regla.
- Pasta "Puntalette" negra con calamar a la plancha: Pretendía recordar un tradicional arroz con calamares en su tinta, pero el sabor, al ser pasta en lugar de arroz (más insípido), nos dejó un poco indiferentes. El plato de cristal tampoco lucía demasiado.
- Steak tartar con helados de mostaza y jalapeños verdes: A mí no me gustó, pero más por la textura que siempre conlleva un steak tartar que por el hecho de que estuviera mal hecho (Andy no dejó ni una migaja).
- Lomo de bonito con piña, sandía y su jugo tostado: un pelín menos hecho habría estado espectacular, aún así estaba muy rico. A estas alturas del menú es una lástima porque llegamos ya con la panza llena y no nos pudimos acabar los platos.
- Cochinillo confitado con puré de calabaza anisado y yuca: Lo encontramos un pelín seco.
- Sorbete de Gin-Tonic: bebida de moda, un poco recurrente
- Mousse de chocolate corazón de manzana y helado de cuajada: SÍ, SÍ, SÍ. Francamente bueno... y así es como debe acabar siempre una buena comida, con CHOCOLATE.
- Petit Fours: cornetes, repetidos en algún otro plato, rellenos de helado
Salimos con las panzas y llenas y bastante satisfechos. Aunque algunos platos son mejorables y la atención inferior a la habitual (aunque he de decir que a pesar de que en toda la comida no nos preguntaron por cómo estaban los platos, al ver que no me comía el steak tartar salió el propio chef a preguntarme si me hacía otro plato), el precio del menú (62 € por persona) no es tan desorbitado como suele ser en estos locales y la relación calidad-precio hace recomendable una visita.