La primera fase de la vivienda industrializada Garoza 10.1 se diseña en torno a un gran espacio interior en doble altura que acoge las funciones diurnas típicas: estar, cocinar, comer. Esta casa se produjo en unos talleres especializados, a base de módulos de 3 m de anchura dictados por la dimensión de camiones y carreteras. Se transportó hasta su lugar de implantación y se instaló en una sola jornada. La casa se posa con un respeto máximo hacia el lugar, propiciando el disfrute del mismo sin apropiarse de él.
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CASA GAROZA 10.1 por Herreros Arquitectos
Hay para quien una segunda residencia es el contrapunto relajado e idílico de una vida de ciudad alienada y agotadora. Otros la ven como una ecuación más de un sistema que incluye elementos de la más variada intensidad que son tomados como piezas necesarias y emocionantes de aquello que llamamos “cultura urbana”. El contacto con la naturaleza sería en este sistema la materialización consciente de un deseo que no actúa como negativo de la ciudad sino como expansión de registros y experiencias de sus habitantes más implicados.
La Vivienda Industrializada Garoza 10.1 se concibe como un prototipo industrializado ampliable, adaptado al programa básico de sus habitantes que podrá crecer según lo hagan sus necesidades o intereses. Esta primera fase se diseña en torno a un gran espacio interior en doble altura que acoge las funciones diurnas típicas: estar, cocinar, comer. De momento, los rincones, altillos y espacios de transición ofrecen lugares para dormir, trabajar y almacenar junto con un zaguán y el necesario baño. Al exterior, una desproporcionada terraza hace las veces de plataforma de observación y fragmento de paisaje artificial marcado por la casa. Ésta no se apropia de una porción de terreno para hacer un jardín ni doblegar a la naturaleza sino que la deja intocada al apoyarse sobre unas patas que evidencian la delicadeza con la que se quiere disponer al diálogo con un paisaje admirado y confrontado con la estética y la técnica más contemporáneas.
Los materiales de acabado, la forma, y la distribución de los huecos podrán variar en casos sucesivos pero la idea será siempre provocar una integración por contraste más que por mimetismo. Los materiales porque al utilizar superficies capaces de mutar de aspecto según incide la luz o absorben los --colores plomizos de los cielos invernales, la apariencia de la casa será diferente: integrada por reacción más que por camuflaje. La forma porque a través de ella la casa muestra su interés por el paisaje, adónde quiere mirar, de qué orientación necesita protegerse. Los huecos porque eligen su tamaño y ubicación según su misión sea lograr luz, vistas, soleamiento o ventilación sin que sea fácil reconocer desde el exterior la cualidad del espacio interior.
Construir esta casa en unos talleres especializados en base a módulos de 3m de anchura dictada por la dimensión de camiones y carreteras y transportarla hasta su lugar de implantación e instalarla en una sola jornada supone disponer de una calidad técnica “urbana” –suelo radiante, domótica, sistemas avanzados de instalaciones sostenibles-. Otras ventajas serán no agredir el paisaje con un proceso de obra agresivo, permitir que los procesos naturales, escorrentías y ciclos biológicos no queden interrumpidos por la cimentación de la casa; controlar el gasto; elegir los niveles de acabados entre una amplia gama y plantearse una construcción por fases que en el caso de activarse no suponen una interrupción de la vida cotidiana pues las nuevas partes se construyen lejos y se instalan en un día.
Construir un objeto de estética y tecnología contemporáneas e implantarlo en la naturaleza sin necesidad de domesticarla es un gesto más próximo al arte que a la tradición de la “construcción de la casa” como acto clásico de la apropiación de un lugar. Levantarse sobre el suelo y mirar el horizonte, contra roturar la tierra e hundir en ella sus raíces. La apropiación del lugar con la ayuda del despliegue horizontal de la vista en lugar de buscar la conexión sublime de la tierra con el cielo. Diálogo frente a conquista; apreciación de los elementos como experiencias de corte fenomenológico en lugar de hacer de la arquitectura el instrumento para protegerse y luchar contra ellos. Su marcado carácter objetual, inscribe esta casa en la cultura de los productos de afecto más actuales, con la calidad que da la producción genérica pero fácil de “customizar” hasta convertirlos en una proyección personal de sus ocupantes. Una experiencia emocionante que aúna la vieja aspiración de las casas construidas en una fábrica que los arquitectos han perseguido desde la modernidad con la idea de “instalación” o “pieza” que cultiva el arte contemporáneo.