El concierto que tuvimos el placer de presenciar este pasado jueves puede ser de los mejores en los que va de año y de los del año que aún tenemos por delante. No conocía mucho de esta banda sueca y el sonido Hard-Rock que hacen (como sabe todo el mundo que se pasa por aquí) no es muy de mi estilo, pero las cosas claritas y el chocolate espeso: Tener delante a Ryan Roxie y su tropa es una auténtica experiencia. De esas experiencias que hay que tener por lo menos por lo menos una vez en la vida.
El líder de Casablanca, el que da la cara antes y después de los conciertos en las entrevistas y lo que ahora se llama 'meet and greet' es el ya mencionado Ryan Roxie (tremebundísimo guitarrista del que ya hablaremos más adelante) pero encima del escenario el que de veras destacaba por encima de todos fue sin lugar a dudas el espigado y sobradísimo Anders Ljung. Una criaturita del Señor, que pegado a una botella de tintorro durante todo el 'show', demostró dominar la situación a cada momento y llevarnos por donde él quería. Sin apenas histrionismos, con una economía de recursos y gesticulaciones que me recordaban muy mucho a los de un tal Ozzy por aquello de lo pausado y lánguido en sus movimientos fue, sin lugar a dudas, el dueño y señor del concierto.
En un discreto y eficiente segundo plano teníamos al ex-futbolista profesional y ahora bajista (pedazo de bajo eléctrico, señores) Mats Rubarth y al 'nosequéhacíaantes' y ahora guitarrista Erik Stenemo, ambos como hemos dicho conscientes de su papel pero bien conectados e implicados con el resto de compañeros de la banda y, lo que es más importante, con el público. Es de agradecer no ver sobre el escenario a marionetas.
Entre solo y solo de guitarra, trago; entre canción y canción, trago; entre trago y trago, temazos.
El estadounidense Ryan Roxie, con esa pinta de haberse recorrido Sunset Boulevard unas cuantas veces, cerrar unos cuantos garitos y tras codearse en el pasado con titanes del Rock como Slash y Alice Cooper, se encargó de otorgarnos momentos espectaculares nos otorgaba el privilegio de posar para nosotros, poniendo su Les Paul en posición vertical con la insana intención de quemar sus cuerdas. Veterano y perfecto conocedor de su situación en Casablanca, su trabajo resultó intachable.
¡Y qué decir de Josephine Forsman! Pues que el sonido que obtiene de su batería es de los más poderosos, impecables e infatigables que he escuchado en mucho tiempo. Gratamente sorprendido por ver con qué fiereza atizaba los parches, con qué fiereza se retorcía sobre su instrumento y cómo se ventilaba las latas de Adlerbrau. Su rudeza y técnica de golpeo me dejó con la boca abierta... Un portento.
Y sí, venga, para los que siempre piden el 'set-list' ahí pueden ir torciendo el pescuezo para ver que el número de canciones fue a nuestro parecer un poco demasiado cortito y con sifón (ya sí que nos ponemos 'tiquismiquis'), cumpliendo unos 50 minutos de verdaderos trallazos actuales del género como "The Giant Dreamless Sleep" o "Riding A Black Swan" (tema que da nombre a su segundo y último álbum publicado a finales del 2013 por la discográfica Rocket Songs) y otros como "Love And Desperation" o un muy 'PhilLynottesco' "Downtown" (pertenecientes ambas a su disco debut 'Apocalyptic Youth').Si es que al final me va a ir el rollete Hard y Sleaze Rock ochentero con su laca y todo...