Dicho así, parece que Sexo en Nueva York 2 es una película mala, mala; y así es como yo me la imaginaba cuando vi que Miley Cyrus hacía un cameo y que la acción no transcurría en Nueva York. Pero el caso es que Michael Patrick King --guionista de referencia de la serie y director de la primera película-- ha sabido resituar el centro del conflicto y añadir unas dosis --lo cierto es que pocas-- de humor. Incluso se las ha apañado para rematar la faena con una crítica (poco afortunada) a la situación de la mujer en sociedades bajo la influencia del islam. No se puede exigir demasiado cuando el filón argumental hace tiempo que está agotado.
La película encara el reto ineludible de lograr una convivencia siempre divertida y nueva, evitando caer en el apoltronamiento (los hombres tendemos a hacerlo a medida que nos acercamos a la cincuentena), especialmente si se ha optado --como sucede con Carrie y Big-- por no tener descendencia. Charlotte, por su parte, debe asumir las primeras grietas en su arquetipo de madre perfecta y comenzar a renegar de sus hijas sin mala conciencia. Miranda, una vez alcanzado el techo de cristal en su bufete, debe apostar por un cambio de actitud laboral, menos acartonada y --tal como da a entender el filme-- más comprometida socialmente. Finalmente, Samantha es la encargada de aportar el toque humorístico a costa de su moral sexual y de evidenciar las contradicciones que surgen al anteponer un entorno de lujo elitista con una actitud tan rematadamente pacata hacia el sexo y tan ultracarca hacia la mujer.
Sexo en Nueva York 2 sólo parece interesante si se encara con una baja expectativa. Si es tu primera incursión en la ficción del cuarteto neoyorquino pueden pasar dos cosas: o que el mínimo enredo sea suficiente para entretenerte o que todo te parezca tan cogido por los pelos que pienses que la fama de la serie televisiva está sobrevalorada. Ya te aseguro yo que es lo primero.