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Después de muchos años en la cocina cumpliendo la función de frutero (para la cual fue concebido, dicho sea de paso), una de nosotras decidió jubilar ese recipiente de tal menester, tras comprobar cómo, además de la fruta, toda la familia depositaba en él lo que se iba encontrando... El precioso y vintage frutero había terminado convirtiéndose en un "pongo todo": el misterioso tornillo que, de repente, aparece en el suelo (y que a saber de dónde se cayó), el azucarillo no consumido del café del bar, el alambrito que cierra la bolsa del pan de molde... Todo eso unido a las peras, las manzanas... En fin, un submundo parecido al de los lapiceros de nuestros hijos, pero en versión cocina. Y había que ponerle fin a aquello, buscarle una nueva ubicación menos prosaica y mucho más decorativa. Así que, cacharro en mano, nos fuimos paseando con él por la casa hasta que aterrizó en la mesa del comedor. Nos gustó el contraluz que su cristal proyecta de día y el ambiente íntimo de las velas de noche. Parece que, como centro de mesa, tiene un nuevo futuro por delante...

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A excepción de esta última y original propuesta, las velas y las flores ganan por goleada a la hora de decorar las mesas de comedor... Contadnos, ¿Qué centráis en las vuestras?